lunes, 18 de octubre de 2010

Charlie Allnut (Humphrey Bogart, La reina de África)

Rose acaba de descubrir por fin cómo se llama el señor Allnut.  

Cuenta John Huston en sus “Memorias” que a Humphrey Bogart no le gustaba ni África ni la caza ni su personaje. En los descansos del rodaje de “La reina de África” (“The African Queen”, 1951) se sentaba junto al equipo con una copa en la mano a contar historias. No se quejaba, pero tampoco entendía por qué una película no se podía rodar entera en los estudios de Londres, donde la vida nocturna tenía más sentido para él y para su 'Betty', Lauren Bacall.
Bogart encarnó a Charlie Allnut guiado al principio por el director, que le enseñó a entender a su personaje. Huston quería un Allnut débil de carácter, descuidado, absurdo y valiente, y el actor tardó un poco en saber cuándo tenía que mostrar debilidad y valentía o cuándo había que ser absurdo y descuidado. En el momento en que Bogart captó la esencia del papel, le quedó una interpretación prodigiosa. Fue como si le hubieran quitado la mítica y genial máscara de “Bogie” (la que muestra en “Casablanca”, “Los violentos años 20”, “El sueño eterno”, “El último refugio” o “El halcón maltés”), y debajo hubiera aparecido simplemente un actor. Un grandísimo actor.
Charlie Allnut es uno de mis personajes preferidos de la pantalla quizá porque lo descubrí tarde, cuando creía que Bogart ya no podía hacer más que de Bogart. Su sentido del humor, su fragilidad y su simpleza para entender la vida son reveladores. En su primera aparición lo vemos sentado en su barco, riendo como un niño, bebiendo y fumando mientras un nativo le abanica. Hace sonar la sirena para anunciar al poblado su llegada; cuando tira su cigarro al suelo, varios hombres se lanzan a por él y Allnut se echa a reír. Su existencia parece estar llena de esos pequeños detalles insustanciales.
La escena del té con Rose (Katherine Hepburn) y el reverendo Samuel Sayer (Robert Morley) resulta cómica porque la interpreta él, y no Jack Lemmon o Bob Hope. "Vaya con mis tripas, me rugen como si tuviera dentro una hiena", se le ocurre decir mientras sus dos anfitriones procuran cambiar de conversación.
Nuestro personaje es un ser despreocupado que transporta todo tipo de mercancías por el río Ulanga. Ha estallado la Primera Guerra Mundial, pero a él sólo le interesa su barco, The African Queen, y sus botellas de ginebra. Exactamente no es un vago, pero tiene que darle patadas a la caldera para que no explote, porque no ha sido capaz de desmontar la válvula de seguridad donde se encuentra atascado un destornillador que cayó por descuido. "Pienso hacerlo cualquier día de estos".
Su estilo de vida sufrirá una brusca sacudida cuando, tras la muerte del reverendo, se lleve consigo río abajo a la remilgada hermana de éste, Rose, una puritana que se escandaliza en silencio con frecuencia y que se muestra  inflexible con el sentido del deber. Ha decidido llegar hasta el lago Victoria para hundir el buque cañonero alemán Louisa y pretende utilizar para ello el African Queen. Sólo hace falta fabricar torpedos.
Allnut se rasca la oreja izquierda cuando algo le disgusta o no comprende; es su manera de expresar fastidio ante aquella extraña mujer que le está complicando la vida. Pero él es débil de carácter y se deja dominar. En vez de negarse rotundamente, confía en que ella misma se dará cuenta de que es una misión casi imposible llegar hasta el lago.

- ¿Echa de menos su país?
- Sí, sobre todo las tardes del domingo: la paz, la tranquilidad...
- Yo las tardes de los domingos las pasaba durmiendo la mona.

Sólo borracho es capaz de plantarle cara a Rose y decirle exactamente lo que piensa de ella. "La traje conmigo porque me dio pena tras lo de su hermano. ¡Pero ya no me da lástima, escuálida solterona cantante de salmos!", le suelta cuando explota. Y acto seguido, tambaleándose, se aleja muy digno para ponerse a cantar una absurda canción sobre un viejo marinero. Es muy difícil hacer mejor esa gran escena.

Allnut, borracho, a punto de explotar.
A la mañana siguiente, cuando se despierta con un espantoso dolor de cabeza, observa con horror cómo la odiosa mujer le está vaciando una por una todas las botellas de ginebra que guarda en el barco. Pero eso no es lo peor para él: lo que no soporta en realidad es que ella no le dirija la palabra. Se ha afeitado por fin, se ha puesto su mejor pañuelo al cuello, pero Rose no le habla. No levanta su vista de la Biblia. Está ofendida no tanto por la borrachera, sino porque él faltó a su promesa de llegar al lago. Y Charlie prefiere cumplirla antes que soportar esa tensión de silencio que ella le impone.
A estas alturas hay que dejar bien claro que, sin Katherine Hepburn, la gran actuación de Bogart no sería lo mismo. El señor Allnut es un gran papel porque el de Rose Sayer también lo es y ambos llevan el peso completo de la película. Desde el punto de vista interpretativo, el equilibrio es perfecto. Ambos componen una de las escenas más maravillosas de la historia del cine: eufóricos tras haber superado el paso del fuerte alemán Shona y los primeros rápidos, se abrazan, dan hurras, el sombrero de ella sale lanzado por los aires y, sin quererlo, sus labios se juntan. Cuando se separan y comprenden qué les está ocurriendo, los personajes ya no vuelven a ser los mismos.

Maravillosa escena.
El señor Allnut pasa a llamarse Charlie y se convierte en un tipo responsable, decidido y valiente. Ahora ya no tiene miedo a bajar por el Ulanga (que les depara todavía un terrorífico salto de agua) ni ve obstáculos para atacar al cañonero alemán. A Rosie la colma de atenciones y le hace reír con sus bromas. Es un hombre nuevo que resuelve los problemas que surgen: la hélice, el tortuoso camino hacia el lago, la fabricación de los torpedos... y ya no necesita la ginebra para afrontarlos.
En su libro-diario "El rodaje de La reina de África", Katherine Hepburn se deshizo en elogios hacia Bogart: era un actor muy profesional, que se sabía los diálogos y tenía una estricta puntualidad para todo. La actriz recuerda que bebía tanto como John Huston, aunque sólo era provocador con las personas que él consideraba falsas. Sufrió mucho para meterse bajo el agua a reparar la hélice del barco (en una cisterna de agua muy fría en los estudios de Londres) y se portó como el Bogart que era cuando le colocaron las sanguijuelas en el cuerpo.
Del desenlace de "La reina de África" me quedo con el cruce de miradas de Rosie y Charlie cuando les van a ahorcar juntos; de repente, él se adelanta al capitán del Louisa y le pide un favor, que los case. El perfecto toque de romanticismo anula el momento trágico que están viviendo: "Por la autoridad otorgada por Guillermo II, los declaro marido y mujer. Procedan a la ejecución", dice el capitán alemán con solemnidad.
Humphrey Bogart ganó el único Oscar de su carrera por el papel de Charlie Allnut con todo merecimiento. La Hepburn fue superada por Vivien Leigh (maravillosa Blanche DuBois) en la gala. Lo sorprendente es que una de las obras maestras del cine, como es "La reina de África", ni siquiera fuera nominada.



2 comentarios:

  1. Qué gran análisis, le felicito. Ayer pudimos disfrutar de esta maravillosa película que yo sólo había visto de chico en una ocasión, y ya entonces me pareció algo especial, pero no llegué a profundizar en la psicología de sus personajes y de todos sus motivos. Sólo la he podido comprender hasta que muchos a ños despues viví (salvando las distancias...) una relación amorosa y que sigue viva, con increibles paralelismos. Un placer, gracias. Pd

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  2. Muchas gracias, amigo... Y me alegro mucho por esa relación, enhorabuena.

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