lunes, 4 de octubre de 2010

El Nota (Jeff Bridges, El gran Lebowski)

Lebowski frente a Lebowski.
“Yo no soy el señor Lebowski, usted es el señor Lebowski. Yo soy El Nota, así tiene que llamarme, ¿entiende? Así o Su Notísima o Noti o El Notarino... en fin, si no le hacen los nombres cortos...”
(Jeff Lebowski a Jeffrey Lebowski)

El Nota (The Dude, en el original) es un personaje fabricado gracias a las experiencias personales de los hermanos Coen y de Jeff Bridges, el actor que lo interpreta. Ethan y Joel Coen conocieron a un tal Jeff Dowd, miembro de los Seattle Seven (un grupo antisistema de los años 60 que se menciona en la película), mientras preparaban “Barton Fink” (1991). También sirvió de modelo un amigo común, Peter Exline, un veterano de la Guerra de Vietnam que estaba orgulloso de tener en su casa una alfombra que daba ambiente a la habitación. El propio Jeff Bridges había vivido en plan bohemio durante los años 60 y 70, así que no le costó demasiado ponerse en la piel de El Nota.
Entre todos moldearon la personalidad y la apariencia de uno de los personajes cinematográficos con más admiradores en el mundo, por detrás de Darth Vader y Han Solo (la saga de “La guerra de las galaxias”), Indiana Jones, Hannibal Lecter (“El silencio de los corderos”) o Tyler Durden (“El club de la lucha”).
La diferencia entre Jeff Lebowski/El Nota y los demás (héroes y malvados) reside en que él arrastra una legión de fans precisamente porque no tiene una misión específica en la vida, excepto escuchar a los Creedence, tumbarse en su alfombra, beber rusos blancos, fumarse un peta al día, meterse en una bañera llena de velas e incienso y jugar a los bolos.
Vive en un nirvana particular y reducido, en el que no cabe ni el trabajo ni las responsabilidades convencionales ni la trascendencia. Si se dejara etiquetar, El Nota sería un hedonista para quien la búsqueda del placer no necesita de excesos ni de lujos. Disfruta de la vida sin incordiar a nadie. Bien mirado, ha alcanzado el status de héroe cinematográfico con la apariencia de un vago y desaliñado anti-héroe que introduce, como su amigo Walter Sobchak, un buen puñado de tacos en cada frase que pronuncia.

Smokey, a punto de conocer el dolor.

Teniendo en cuenta que “El gran Lebowski” (“The big Lebowski”) parece más una filosofía de vida que una película, no es de extrañar que El Nota posea en la actualidad cientos de clubes de fans por todo el mundo, que se haya creado una religión llamada el Notaísmo (Dudeism) y que la ‘Lebowskifest’ anual se extienda ya por diferentes lugares del planeta.
Estamos ante una historia de perdedores entrañables, de seres que apenas poseen pasado (salvo referencias a Walter, el ex combatiente de Vietnam que interpreta John Goodman, y a algún secundario más) ni se preocupan por el futuro. El Nota se encuentra en el polo opuesto de los poderosos (el otro Jeffrey Lebowski), de los violentos (el sheriff, los nihilistas, su amigo Walter), de los sumisos (Brad, el ayudante de Jeffrey, Marty, su casero) y de los intelectuales (Maude), a quienes opone casi siempre una soberbia tranquilidad.
Ni siquiera su lenguaje malsonante le aleja de una pose pasota y pacifista, salvo que le saque de quicio un detective privado insoportable, un policía de modales un tanto fascistas, un taxista que escucha a los Eagles y, sobre todo, Walter:
- Maldita sea, Walter: ¡Eres un puto gilipollas! Acabas convirtiendo todo en una parodia, tío. ¿Qué era esa mierda del Vietnam? ¿Y qué cojones tiene que ver este asunto con el Vietnam? ¿De qué cojones estabas hablando?
¿Por qué ese deseo irrefrenable de querer ser El Nota? Quizá porque intuimos que es feliz con su pasmosa actitud ante la vida; o porque todo lo relativiza, no se estresa ni pierde el tiempo planificando su porvenir. Tal vez lo idolatramos porque paga una caja de leche con un talón, anda por la vida con gafas de sol, sandalias y pantalones cortos debajo de una vieja bata; o porque tiene un lenguaje irrefrenable, quiere a sus amigos y no tiene prejuicios.

Walter Sobchak convierte todo en una parodia.
El Nota/Jeff Bridges nos gusta porque nos dibuja una sonrisa verdadera y porque, como otros grandes personajes del cine, le recordamos con cariño. Lo mismo nos ocurre con “El gran Lebowski”, una comedia memorable, divertida e inteligente, un ejercicio de buen cine y una apabullante lección de interpretación.



El extraño: Solo una cosa más, Nota: ¿tienes que decir tantas palabrotas?
El Nota: ¿De qué cojones estás hablando?

2 comentarios:

  1. Después de ver este post se me antojó tomarme un ruso blanco, al estilo de "el fino" (así le decían al "dude" en la traducción mexicana). Una gran película, sin lugar a dudas de mis favoritas. Felicidades por el blog.

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  2. Gracias, Enrique. Este fin de semana voy a dejar de lado la cerveza y me tomaré un ruso blanco a tu salud y a la salud de El Fino.
    Saludos

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