sábado, 26 de marzo de 2011

Wolfgang Amadeus Mozart

(Tom Hulce, "Amadeus")

Mozart se divierte ante el emperador.

"Yo puedo ser vulgar, pero os aseguro que mi música no lo es"


Los expertos y los buenos aficionados a la música clásica saben muy bien cómo era Wolfgang Amadeus Mozart. Su cara la hemos visto en grabados antiguos y en los más conocidos óleos de Barbara Krafft, del padre Martini o de Joseph Lange. Para mí, sin embargo, tiene el travieso rostro de Tom Hulce. Así es como me imaginaré para siempre a este genial compositor. Y todo gracias a un actor que se alejó paulatinamente de la interpretación desde el instante en que la película de Milos Forman se convirtió en un éxito mundial. "Amadeus" (1984) disparó la popularidad de Mozart, la cotización del director de la película y la de ese espléndido actor que es F. Murray Abraham. Fue todo un fenómeno de masas y desató, como era de esperar, una apasionante polémica sobre la ficción y la realidad. Pero, por extraño que parezca, no constituyó ningún trampolín para su protagonista esencial, al menos en la gran pantalla.
Viendo de nuevo la película, no encuentro dónde está el pecado de Tom Hulce, si es que se le puede achacar alguno. Debió salir encumbrado, porque su papel es realmente complejo: un cerebro genial, pero con una mente infantil; un joven lleno de vida, pero irresponsable, frívolo y superficial; un músico prodigioso, mimado por la aristocracia vienesa, pero inconformista y orgulloso hasta acabar en la miseria. El personaje oscila entre la caricatura y la tragedia y el actor sale airoso de ese arriesgado empeño.
Creo que, en realidad, Hulce pagó los platos rotos del perfil tan grotesco que el dramaturgo Peter Shaffer le dedicó a Mozart en su obra de teatro "Amadeus", publicada en 1979, y que constituye la base del film. Muchos repudiaron la interpretación del actor como si éste hubiera sido el responsable del libreto y del guión; como si, en definitiva, hubiera malinterpretado al personaje real hasta convertirlo en un bufón. Pero Hulce, y esto se olvida fácilmente, no interpreta a Mozart, sino a Amadeus; no recrea la vida del músico que sigue maravillando al mundo entero, sino a un ficticio ser que surgió de la pluma de Shaffer. Siempre es conveniente tener en cuenta estos detalles.
Pese a todo, no hay tanto de grotesco en este papel como su risa histérica -que, esta vez sí, se inventó el actor- nos pueda hacer pensar. La película cuenta la tragedia de un genio a través de otro personaje, Antonio Salieri, que se encarga de filtrarnos una historia sombría, cargada de tristeza y de fatalidad, en un flash-back muy inteligente. Mozart acaba siendo un genio incomprendido, víctima de esa mediocridad que encarna simbólicamente Salieri. Como digo, nos encontramos ante una ficción, premeditada y preparada, quizá, para provocar la polémica.
Mozart aparece en pantalla cuando Salieri lo ve por primera vez a escondidas sin saber quién es. Persigue a una joven llamada Constanze (Elizabeth Berridge) por el palacio del príncipe-arzobispo Colloredo y juguetea con ella creyendo que están solos en una sala llena de manjares. De repente, el joven escucha un sonido y se incorpora de golpe. "¡Mi música! Han empezado sin mí", exclama. Salieri no puede creer que ese jovenzuelo que habla de forma tan soez pueda ser el genio a quien buscaba para saludarle.
Es atolondrado, bullicioso y jovial, pero absolutamente serio y responsable cuando se trata de su música. Y muy orgulloso. Cuando el arzobispo (Nicholas Kepros) le recuerda que es su sirviente, él le invita a que le despida, porque "es evidente que no os satisfago". Mozart conseguirá quedarse en Viena en vez de regresar a Salzburgo, contratado por el emperador José II (Jeffrey Jones).
Salieri no sólo es el conductor de la película: es también la persona que nos enseña por qué es tan fascinante la música de su odioso colega. A lo largo del film, todo lo hermoso que sale del cerebro de Mozart lo vamos a conocer gracias a las opiniones de Salieri y a su envidiosa admiración. Ya anciano, recluido en un psiquiátrico por haber intentado suicidarse tras proclamar que él asesinó a Mozart, explica con sencillas palabras la grandeza de lo que admiraba:

"En el papel no parecía gran cosa... El comienzo, sencillo, casi cómico. Una cadencia. Fagots, clarinetes, como una oxidada caja de ruidos. Y luego, de repente, sobre ellos un oboe; una sola nota, suspendida, firme; hasta que un clarinete toma su lugar, endulzándolo a una frase de tal deleite... Esta no fue una composición de un mono de farándula. Era una música que jamás había oído. (...) Parecía que escuchaba la voz de Dios... Pero ¿por qué? ¿Por qué Dios elegía un joven obsceno como su instrumento?".

Mozart se prueba tres pelucas: "¿Por qué no tendré tres cabezas?".

Ajeno a los celos de Salieri, a las intrigas de la Corte vienesa y a la ignorancia musical del emperador, Mozart acepta encantado el encargo para componer una ópera. Consigue su propósito de escribirla en alemán, frente a las presiones para que sea en italiano, pero cuando explica que tiene un libreto sobre un harén en Turquía ("El rapto del serrallo"), escandaliza a algunos de los miembros de la Corte. Su risa acentúa la impresión de desdén con que le reciben, sobre todo por parte del director de ópera, conde Orsini-Rosenberg (Charles Kay).
A Salieri lo humillará delante de todos cuando interprete al piano la marcha de bienvenida que le ha escrito en su honor: su versión es notablemente mejor. La larga secuencia resulta divertida y brillante y en ella descubrimos que Wolfgang Amadeus es deliciosamente vulgar, vehemente y, con quien no está a su altura musical, sutilmente insultante y despectivo. En el estreno de la ópera, está a punto de mostrarse así ante el emperador cuando éste, después de elogiar su obra, le hace ver que tiene "demasiadas notas". Mozart no se lo puede creer. Con su música es engreído y presuntuoso. Posee un gran amor propio y necesita constantemente la aprobación de los demás.

- Vuestro trabajo es delicioso. Tiene calidad. Yo creo que aún sobran algunas notas. Sólo eso. Quitándolas quedará perfecto.
- ¿Y cuántas notas creéis que sobran, majestad?

A su vez es infantil, despreocupado y granuja. En la misma escena todos conocen a su prometida Constanze, lo que provoca la consternación y la sorpresa de su soprano, Katerina (Christine Ebersole), con la que, evidentemente, había mantenido relaciones sexuales. Su única forma de salir del paso es su risotada, ese cacareo nervioso que le sirve para todo: para disculparse, para acabar las frases que no sabe cómo terminar, para insinuar excitación, picardía, nerviosismo, pasión o incluso temor, para agradecer elogios o para reflejar emociones, felicidad y diversión.

Constanze y Wolfie, enamorados pese a las adversidades.

La estrafalaria risa de Amadeus ha producido entre los espectadores de medio mundo rechazo sin paliativos y, no sé si a partes iguales, aprobación entusiasta. Creo que es, sin duda, una de las causas por las que Tom Hulce no obtuvo un mayor reconocimiento a su -para mí- espléndido trabajo. Personalmente, me parece un magnífico recurso cómico para expresar en la película todo aquello (disculpas, explicaciones y sentimientos) que hubiera necesitado una excesiva retórica. Es una ingeniosa manera de decirnos muchas cosas, con el tono de la carcajada y con su gesto. A veces parece un breve ladrido (mi preferida) y otras es abiertamente insultante, caprichosa y exultante.
Mozart se sabe el mejor compositor del país y el más querido. "La gente me adora", le dice a su esposa (se ha casado con Constanze pese a la oposición de su padre), ajeno a las maniobras de Salieri para hundirle. El italiano odia a su colega con toda su alma. O más bien odia a Dios a través de Mozart. No soporta que su música sea un lenguaje divino, que "La Criatura" -como le llama- le desprecie o que se acostara con Katerina, su amor platónico.
Salieri urde un elaborado plan para destruirle: primero humilla a Constanze (la escena de ofrecimiento sexual que sólo aparece en la edición del montaje del director); luego evita que Amadeus sea el profesor de piano de una sobrina del emperador, el trabajo mejor remunerado y prestigioso; más tarde lanza calumnias sobre su libertinaje y le advierte al emperador que su sobrina estaría en peligro en manos de alguien tan depravado; finalmente, introduce a una sirvienta-espía para conocer al detalle todo lo que ocurre en su casa.
El problema de Wolfy, como le llama cariñosamente su esposa, es que derrocha el dinero y no tiene ingresos.  Cuando su padre, Leopold Mozart (Roy Dotrice), visita a la pareja en Viena comprobamos que su hijo no está dispuesto a demostrar debilidad ante él ni a pedirle un solo favor. Como orgulloso que es, intenta aparentar que el matrimonio nada en la abundancia y que disfrutan de una vida alegre y feliz. Por eso lleva a su padre a un baile de disfraces, en el que, por primera vez, vemos a un Amadeus incontrolable, estúpido y demasiado infantil. Es una caricatura de sí mismo, pero la escena es necesaria para poder entender su simpleza y, de paso, sus acrobacias al piano.

La música y la bebida acompañan siempre a Amadeus.

Gracias a la sirvienta que ha metido en su casa, Salieri descubre que está trabajando en un libreto prohibido por el emperador, porque alienta la lucha de clases. Se trata de "Las bodas de Fígaro". José II le hace llamar a palacio y esta vez la cita no es como la primera vez. Mozart, hastiado y cabreado por tener que explicar su trabajo y defender su talento, se muestra insultante con todos, excepto con el emperador. "¡Temas elevados! Me tienen harto vuestros temas elevados! ¡Leyendas muertas! ¿Por qué tenemos que seguir escribiendo sólo sobre dioses y leyendas? ¡Personajes tan encumbrados que casi cagan mármol!", explota ante la escandalosa mirada de los demás.
"Perdonadme, majestad. Yo puedo ser vulgar, pero os aseguro que mi música no lo es", se excusará ante el emperador y éste, pese a la opinión contraria de los demás, aceptará que componga una de las óperas más universales de la historia. A lo largo de la película veremos ejemplos sobre la lucha que debió entablar Mozart para enseñar e imponer su prodigiosa creatividad, incomprendida en muchos casos por su estilo rompedor e innovador, más vivo y armonioso que la música del momento.
Llegan malos tiempos para él. "Las bodas de Fígaro" es un fracaso, mientras que una ópera de Salieri triunfa a lo grande en Viena. El italiano le pregunta qué le ha parecido y Amadeus intenta no herir sus sentimientos: "Nunca creí que tal música fuera posible", le dice con disimulado sarcasmo.
La muerte de su padre le sumirá en una etapa sombría, de la que nace la ópera "Don Giovanni", con la tétrica figura de la muerte apareciendo en escena. "Mozart había convocado a su propio padre para que acusara al hijo ante los ojos del mundo", explica muy bien Salieri, quien sigue al tanto de la vida personal de su rival gracias a la sirvienta. Wolfie, que ya es padre, empieza a mostrar profundas ojeras y un aspecto cansado y hundido. Salieri influirá para que la ópera sólo se represente cinco veces.
La tragedia se cierne sobre Amadeus -que bebe y trabaja sin descanso, metido en una espiral destructiva-, cuando Salieri maquine un plan diabólico para volverle loco: un desconocido, oculto bajo la funesta máscara que llevaba Leopold Mozart en la fiesta de disfraces, acude a su casa para encargarle una ópera. Cuando recibe la visita, se sobresalta de terror. Es como si su padre hubiera vuelto de ultratumba para encargarle una misa de difuntos, el famoso Requiem.

Wolfie espera a que se duerma su esposa para salir de juerga.

Sus fantasmas interiores se quedan ahí, porque él sigue saliendo por las noches. Le atraen los espectáculos musicales ligeros, desprovistos de la majestuosidad de la ópera tradicional. Se encuentra a gusto, con su mujer y su hijo pequeño, viendo cómo se divierte la gente sencilla ante un montaje plagado de sorpresas: música mucho más amena, caballos que irrumpen en escena, actores que bajan del techo, enanos, mujeres con ropa más ligera... Comprueba que está más cerca de ese público que del ceremonioso y aristocrático que, por culpa de Salieri, le ha dado la espalda.
Los problemas se le acumulan: trabaja frenéticamente en el Requiem, acepta escribir un vodevil (será "La flauta mágica"), bebe de manera compulsiva, apenas duerme y ya no tiene vergüenza alguna para pedir incluso limosna a un rico hacendado, aunque sin éxito. Se encuentra al borde de la locura y del colapso físico. Su esposa le anima a acabar la misa de difuntos porque es dinero seguro, pero la aterradora figura que le recuerda a su padre "me está matando", le confiesa a Constanze.
Tom Hulce está más espléndido todavía en este tramo de la película. Pasa de ser un joven soberbio, infantil, altivo y lleno de vida a un hombre mortificado por su propia mente, que alberga fantasía, terror, liberación y una creatividad sin límite. Cuando acude a ver a su suegra por la marcha de Constanze, que ya no podía soportar su ritmo de vida, no escucha sus reproches, sólo ve la figura que le va a inspirar para la fabulosa aria "Queen of the night", de "La flauta mágica". Su cerebro funciona de una manera tan vertiginosa que la destrucción es un camino inevitable.
Durante la representación de la ópera en el teatro popular, a la que asiste en secreto Salieri, Amadeus acaba exhausto por el esfuerzo físico y psíquico de los últimos meses. Su colega permanece a su lado, en parte para ayudarle pero, sobre todo, para ser testigo de su hundimiento y de su final. "Con sinceridad, sois el mejor compositor que conozco", le confiesa.

Mozart, moribundo, le dicta el Requiem a Salieri.

La secuencia del Requiem, con Mozart en la cama, moribundo, y Salieri escribiendo lo que surge de su cerebro, me parece uno de los grandes momentos del cine y una excelente lección de música. Apreciamos en toda su dimensión la grandeza de este genio, cómo fluyen sus ideas con asombrosa celeridad o cómo se impacienta ante la lentitud de su colega para comprender la maravilla que está componiendo. Milos Forman le pone música a sus gestos para que entendamos mejor la que, sin duda, es una de las piezas más importantes de la historia.

- Primer fagot y los trombones con los tenores.
- ¿Primer fagot y trombones, dónde?
- Con los tenores.
- ¿Idéntico?
- Pues claro. Los instrumentos doblando las voces. Ahora, trompetas y timbales; trompetas en Re.
- ¡No, no, no! ¡No lo entiendo!
- ¡Oídme! Trompetas en Re. Tónica y dominante, primera y tercera partes.
- ¡No!
- ¡Va bien con la armonía!

Cuando Amadeus agita su puño derecho marcando el sonido, Salieri comprende de repente. Es algo nuevo para él, como si descubriera en ese instante las infinitas posibilidades creativas que aquel hombrecillo enfermo y al borde de la muerte guarda en su interior. También es magnífica la coincidencia entre la creación del Requiem y la agonía de su creador, que lee las partituras con un hilo de voz apenas perceptible. "He sido un estúpido. Creí que no os gustaba mi obra ni yo. Perdonadme. Perdonadme", le dice al italiano antes de caer rendido. Mozart aún despertará lo justo para volver a ver a su esposa y su hijo. Pero es el último esfuerzo que podrá realizar. El requiem que no ha podido terminar se quedará para siempre en su cerebro.
¿Es "Amadeus" una película que traiciona la realidad histórica? En muchos aspectos, sí. Pero desde que la vi por primera vez, hace ya muchos años, siento devoción por Mozart y por su Requiem, una de las joyas universales de la cultura. Y aunque a Tom Hulce se le siga despreciando por algunos excesos de su personaje y pese a que muchos no perdonan las numerosas licencias artísticas que falsean la historia, habrá que aceptar algún día que este actor ayudó muchísimo a mantener viva la memoria del genial compositor.

La película
- Durante el rodaje de la escena de "El rapto del serrallo", en un teatro de la comunista Checoslovaquia, sonó el himno norteamericano y se extendió una enorme bandera de ese país. Todos los extras se pusieron a cantar el himno "excepto treinta personas que no sabían qué hacer, eran miembros de la policía secreta", que se habían inflitrado en el rodaje, recuerda Milos Forman. Todo el equipo del rodaje sabía que entre los extras había agentes infiltrados, pero convivieron sin apenas problemas.
- El director vio en 1979 la obra teatral de Peter Shaffer en Londres, convencido de que iba a aburrirse. A Shaffer le dijo tras el primer acto: "Si el segundo acto es tan bueno como el primero, hago una película", recuerda el dramaturgo y, a la vez, guionista del film.
- Shaffer y Forman se encerraron durante meses en la casa de campo del director para elaborar el guión. Dos horas al día la dedicaban exclusivamente a escuchar la música de Mozart.
- Mel Gibson, Tim Curry, Kenneth Branagh, Mark Hamill, Sam Waterston y los cantantes Mick Jagger y David Bowie fueron algunas de las opciones para interpretar a Mozart.

F. Murray Abraham y Tom Hulce, en el 25º aniversario de la película.

- F. Murray Abraham había sido elegido para un pequeño rol en la película, pero un día Milos Forman le pidió que hiciera de Salieri para replicar a un actor; le gustó tanto su actuación que terminó por darle el papel. Cuenta el actor, entonces desconocido, que cuando le anunció la buena noticia estaba rodando "El precio del poder" como un secundario casi anónimo: "Cuando se enteraron de que iba a hacer el papel por el que suspiraban todos los actores británicos, las estrellas de esa película cambiaron su actitud hacia mí".
- La película sólo se podía rodar en tres ciudades, Viena, Budapest y Praga. Forman, de origen checo, eligió esta última capital no por patriotismo, sino porque "la ineficacia comunista había conseguido que la ciudad siguiera pareciendo del siglo XVIII", explica en el documental sobre el rodaje de la película. Sólo había que echar tierra a las calles, quitar las farolas "y ya estabas en el siglo XVIII".
- Meg Tilly era la candidata ideal para el papel de Constanze, pero un día antes del rodaje se lesionó... ¡jugando al fútbol con unos chavales en las calles de Praga! Elizabeth Berridge fue su sustituta de urgencia.
- F. Murray Abraham, Jeffrey Jones (emperador) y, sobre todo, Tom Hulce tuvieron que aprender a tocar el piano decentemente. Hulce, en especial, contó con un profesor particular durante muchos meses unas cuatro horas al día.
- Los dos actores principales mantuvieron, de forma consciente, una relación distante durante el rodaje, que ayudó mucho a la composición de ambos personajes.
- Tom Hulce confesó que se fijó en el tenista John McEnroe para las escenas en que su personaje es más histriónico y protestón.
- En la excelente secuencia en que Mozart aparece moribundo dictando a Salieri el Requiem, Hulce olvidó deliberadamente parte del diálogo para confundir a F. Murray Abraham y conseguir el efecto de desconcierto que se necesitaba.
- "Amadeus" fue la gran triunfadora en la gala de los Oscar de aquel 1984: Ocho estatuillas, incluida a la mejor película, mejor director y mejor actor: F. Murray Abraham, espléndido. Tom Hulce, que competía con su compañero, se quedó sin premio.


9 comentarios:

  1. Muy buena esta página me ayudo mucho en un trabajo que me han mandado Gracias. ;)

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  2. Gracia a ti por seguirlo, me alegro de que te haya servido. Un saludo cordial.

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  3. Muy bueno, muchisimas gracias
    Un Saludo.

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  4. Es increíble como la critica cineasta puede hundir a un actor por su interpretación de un personaje. pudo ser otro pero le tocó a Tom y su interpretación fue magistral, genial y considero que como a muchos marcó el gusto por la música clásica y especialmente por la de Mozart no en vano obtuvo 8 oscares y creo que pudieron ser más, siempre me pregunté que fue del actor principal y hoy con tristeza encontré la respuesta

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    1. Estoy de acuerdo contigo, es una pena cómo se cebó la crítica con el actor. Hoy en día sabrían valorar el papelón que hizo Tom Hulce.
      Saludos y gracias por tu comentario.

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  5. Pero me puedes explicar que es aprendemos o que conclusión tiene la película porfavor??

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