viernes, 28 de enero de 2011

Marge Gunderson

(Frances McDormand, "Fargo")

Marge, cumpliendo con su deber.

Vuelvo a los hermanos Coen para hablar de un personaje sumamente peculiar y fascinante: el de una mujer policía, inteligente y cortés, en avanzado estado de gestación, para quien lo extraordinario de su existencia no es la investigación de una serie de crímenes complejos sino su exageradamente apacible vida marital. Marge Gunderson (Olmstead, de soltera) (Frances McDormand) nos sorprende porque, pese a su eficacia, es la antítesis de los agentes policiales de muchas películas, esos que se pasan las veinticuatro horas del día pensando en su caso, sin apenas comer ni dormir, atiborrados de café y tabaco, alejados de sus familias y con la tensión permanente en el rostro.
Cuando Marge vuelve a casa le espera su esposo Norm (John Carroll Lynch), un tipo bonachón, callado y relajado que nunca le pregunta por los casos que investiga. Ella, sin embargo, está vivamente interesada en la rutina diaria de Norm, los sellos que pinta de forma artesanal, su pesca y las sencillas noticias que le comenta. La trivialidad es su felicidad, mientras que el sentido del deber policial, cumplido con sensatez y exquisitez, no traspasa el umbral de su hogar. Y es que uno de los grandes aciertos de esa maravilla cinematográfica que se llama "Fargo" (1996) es convertir la espeluznante historia criminal que nos cuenta en uno más de los acontecimientos secundarios en la vida de Marge.
Frances McDormand es una de esas prodigiosas actrices que responden siempre a los grandes papeles. Como Meryl Streep, Jessica Lange, Glenn Close o Sigourney Weaver, entre otras (creo que ya hablé de esto a propósito de la Weaver y su Paulina Escobar). Lo malo es que esos grandes papeles no suelen ser frecuentes, pero cuando se produce salen momentos tan inolvidables para el cine como "La decisión de Sophie", "Frances", "Atracción fatal" o "La muerte y la doncella". En el caso de McDormand, "Fargo" es una de las cimas de su carrera, pero no hay que perder de vista sus personajes en "Camino al paraíso", "Casi famosos", "Vidas cruzadas", "Arde Mississippi" o "En tierra de hombres".
Marge Gunderson es la jefa de policía de Brainerd (Minnesota, Estados Unidos), una pequeña ciudad de unos diez mil habitantes, cerca de la frontera con Canadá, donde las principales noticias suelen ser domésticas. El invierno dura desde noviembre hasta abril y la nieve es un elemento habitual en ese periodo. Es una población peculiar, ya que el origen alemán, noruego y sueco de muchos de sus habitantes ha creado un acento comunitario muy singular. Por si fuera poco, la falta de estrés y de tensiones ha proporcionado a la gente un poso de extremada tranquilidad que se advierte en su parsimonia para hablar y actuar.
Es lo que se conoce por el nombre de "Minnesota nice", un estereotipo aplicado a los habitantes de este Estado (precisamente en el que nacieron y se criaron los hermanos Coen) que define su conducta social: son educados, generosos, corteses, agradables, suaves en el trato, reservados para los forasteros, contenidos emocionalmente y poco dados a la confrontación, entre otras características. Sólo por el esfuerzo de Frances McDormand con su "acento Minnesota" es aconsejable ver la película en versión original... y con subtítulos, por muy buen dominio del idioma anglosajón que se tenga, ya que muchas expresiones son demasiado localistas.

Norm y Marge, una pareja plácidamente enamorada.

Marge está embarazada de siete meses, pero su avanzado estado de gestación no le impide por el momento cumplir con su labor. Su marido, Norm Gunderson, también era policía, pero acordaron que él dejaría el trabajo para ocuparse de las labores domésticas y de sus plácidas aficiones: pintar y pescar. Sus conversaciones no parecen tener una gran trascendencia:

Norm:
Lo publicaron.
Marge: ¿Lo publicaron?
Norm: Sí.
Marge: ¿De veras?
Norm: El sello de tres centavos.
Marge: ¿Tu pato real?
Norm: Sí.
Marge: ¡Oh, eso es fantástico!
Norm: Es sólo un sello de tres centavos.
Marge: Es fantástico.

Marge es la protagonista de la película, pero se trata de una condición discutible. Para empezar, aparece cuando ya ha transcurrido la media hora de proyección, todo un desafío para las leyes del buen guión cinematográfico, que aconsejan incluir al personaje principal en las cinco primeras páginas. Pero Ethan y Joel Coen se saltan esta norma de forma magistral, porque luego su presencia cobra una fuerza magnética que nos hace creer que ha estado siempre en pantalla. Está tan bien trabajado su personaje que nos encandila de inmediato.
Las comidas cobran una gran importancia en la película, en parte por el embarazo de Marge. A ella la vemos comer en restaurantes, en la cocina de su casa, en la carretera o en su despacho. En todas las escenas en que aparece con Norm o bien están en la cama, generalmente pensativos, o engullendo cualquier tipo de alimento.
Desde un punto de vista narrativo, muy a gusto de cada espectador, "Fargo" también se puede ver como la historia de un tipo gris, inseguro, humillado por la sociedad, sin personalidad, anulado por todos los que le rodean, manejable y tan vacío que nos da lástima. Tenemos entonces la historia de Jerry Lundegaard, interpretado de manera magistral por William H. Macy. Jerry ha contratado a dos individuos en la ciudad de Fargo para que secuestren a su mujer; el objetivo es que su millonario suegro pague el rescate y él pueda hacer frente, con la mitad de ese dinero, a sus numerosas deudas. Pero Jerry es un pobre hombre incapaz de controlar la situación. A los dos delincuentes se les va de las manos ese encargo y antes de secuestrar a su esposa ya han dejado cadáveres por el camino. Y es ahí donde aparece la jefa de policía de Brainerd.
Marge recibe una llamada de madrugada; le informan de que han aparecido tres cadáveres en la carretera del término municipal. Norm también se levanta para prepararle unos huevos a modo de desayuno. Se despiden con dulzura. Cuando llega al escenario del crimen, acompañada por Lou (Bruce Bohne), demuestra su sagacidad para, con un simple vistazo, darse cuenta de lo que ocurrió: un policía hizo detener a dos sospechosos; estos le asesinaron y, cuando escondían el cadáver, fueron vistos por dos testigos que iban en un vehículo. Los persiguieron y los mataron unos kilómetros más adelante.
- ¿Has visto algo ahí, jefa?
- No, es que creo que voy a vomitar.
- ¡Demonios! ¿Necesitas ayuda, Margie?
- No, ya se me ha pasado: Vuelvo a tener hambre.
Los protagonistas van actuando según el plan previsto. Jerry, ajeno al triple asesinato, trata de convencer a su suegro, Wade Gustafson (Harve Presnell), de que no hay que llamar a la policía por el secuestro, sino dejar que las negociaciones las lleve él en persona. Los criminales, Carl Showalter (Steve Buscemi) y Gaear Grimsrud (Peter Stormare), han llegado a una cabaña, donde ocultan a Jean (Kristin Rudrüd), la mujer de Jerry, a la espera de noticias y del dinero.
Pese a la brutal naturaleza del crimen, Marge recuerda  que tiene que comprarle a Norm lombrices para pescar; y cuando éste le espera en la jefatura de policía, no le abruma con detalles del caso, sino que le pregunta por el concurso local de pintura al que se va a presentar. Su esposo ni siquiera parece interesado cuando Lou le informa a su jefa acerca de las pesquisas sobre el coche alquilado que han utilizado los asesinos.
Marge consigue que la gente se sienta a gusto en su compañía; sabe escuchar, sonríe y trata a las personas con tacto y psicología. Cuando se entrevista con dos prostitutas de un club de carretera (que pasaron una noche con los ocupantes del vehículo alquilado), se muestra afectuosa y cordial, por lo que consigue mucha más información que si hubiera sido fría y distante.

- La verdad es que el bajito era raro.
- ¿En qué sentido?
- No lo sé, pero era raro.
- ¿No puedes concretar un poco más?
- No sabría decírselo... la tenía muy torcida.
- ¿Y seguía siendo raro además de eso?

Marge pone nervioso al desgraciado Jerry Lundegaard.

La investigación le lleva a Minneapolis, la capital del Estado, para hablar precisamente con Jerry Lundegaard, jefe de ventas del concesionario de coches al que pertenecía el vehículo de los secuestradores. En ese momento no puede imaginarse lo cerca que está de la clave del caso. Viajar hasta allí es tan especial que hasta Norm se sorprende ligeramente. Con cualquier otro policía de película, la acción iría directamente al meollo de la cuestión, pero con ella, no: La vemos acercarse a la conserjería del hotel, saludar a los empleados con exquisita amabilidad, preguntar por un buen restaurante para cenar y guardar bien las distancias, sin parecer antipática, con un antiguo compañero de estudios, Mike (Steve Park), quien afirma estar viudo para intentar ligar con ella.
Marge puede parecer frágil, sobre todo por su estado, pero no se amilana ni siquiera ante la amenazadora presencia de Shep Proudfoot ("Pie Ligero") (Steve Reevis), un fornido y violento indio cuyo teléfono particular aparece en el registro de llamadas que hicieron Carl y Gaear desde el club de carretera. Shep trabaja en el concesionario de coches donde Jerry es el jefe de ventas y fue el vínculo entre éste y los secuestradores. Con sagacidad y con asombroso conocimiento de la naturaleza humana, no le deja opción para inventarse ninguna excusa y le lleva adonde quiere. "¿Cree usted que recordará ahora quién hizo la llamada?", concluye sonriendo.
El círculo criminal se está cerrando en torno a un sobrepasado Jerry, incapaz de controlar lo que ha provocado. Su suegro es asesinado porque no le deja entregar el dinero; no sabe nada de su mujer, es incapaz de consolar a su hijo y los problemas le atosigan sin que pueda hacerles frente. Marge se convierte en su nuevo problema cuando ella va a visitarlo por segunda vez. Está plenamente convencida de que el coche de los delincuentes salió de allí; la actitud de Jerry, nervioso e inseguro, le confirmará sus sospechas cuando eleve la voz y se ponga muy tenso durante el interrogatorio.

- Ese coche no es nuestro. Yo lo sé.
- ¿Pero cómo lo sabe? ¿Cuentan los coches todos los días?
- Señora: ya he contestado a su pregunta.
- ¿Disculpe, señor?
- Señora, ya he contestado a su pregunta. Ya he contestado a su... ¡Estoy cooperando!
- Señor, debería intentar no ponerse borde, porque estoy haciendo mi trabajo.

Jerry acaba desquiciado y la deja sola en el despacho con la promesa de que va a comprobar si realmente le falta algún vehículo. La mirada de Marge se detiene en la libreta de aquel tipo, luego pasa a la mesa, las paredes, una fotografía enmarcada de su mujer y, finalmente, la ventana: entonces descubre que Jerry se va con su coche. "¡Maldita sea! ¡Se está largando! ¡Se está largando!", exclama nerviosa y, por primera vez en la película, un tanto excitada. Sabe que está muy cerca de la resolución de su caso.
El azar juega a su favor cuando Marge da una vuelta con su coche por la zona de los lagos: descubre el vehículo (un Sierra marrón) que andaba buscando y, cuando se acerca a la cabaña, observa que un individuo (Gaear) está triturando un cadáver. La escena está exenta de dramatismo, heroísmo y riesgo, salvo un trozo de madera que le lanza él antes de intentar escapar. El ruido ensordecedor de la máquina anula la música y el diálogo, de forma que tampoco es un momento aterrador. La jefa de policía le detiene con un balazo en la pierna.
En el coche policial, Gaear escucha en silencio el monólogo de Marge, abatida por las circunstancias. Ha apresado a un tipo que ha asesinado a cinco personas, entre ellas a la secuestrada señora Lundegaard (porque no soportaba sus gritos) y a su compinche Carl. Y todo por un poco de dinero. Su frase final es como una declaración de principios, un canto a la honestidad y a la sencillez. Una filosofía de la vida resumida en una simple frase:
  
"Hay cosas en la vida más importantes que el dinero, ¿sabes? ¿No lo sabías? Y ahora estás aquí. Y hace un precioso día. Es muy difícil entenderlo".

"Dos meses más...".

Marge es la antítesis de la degradante actitud que han mostrado Jerry, Carl y Gaear, tres seres solitarios e incapaces de encontrar sentido a sus vidas. El dinero es lo último que necesita ella. Tiene a Norm, que le aporta serenidad, tiene una existencia placentera, que irá consumiendo sin sobresaltos, con la fuerza del cariño, y tiene a un bebé en camino que se convertirá en el punto culminante de su felicidad. Si eres feliz, ¿para qué ambicionar poder o dinero?
- Te quiero, Margie.
- Te quiero, Norm.
- Dos meses más.
- Dos meses más.

La película
- Aunque al comienzo se advierte que está basada en hechos reales, lo cierto es que los Coen tomaron dos episodios trágicos ocurridos en 1962 y 1972 y mezclaron ambas situaciones en una sola historia.
- El título "Fargo" hace referencia a una localidad de Dakota del Norte, aunque realmente no se filmó ahí ninguna escena y sólo se menciona la ciudad cuando Jerry se entrevista con los dos secuestradores.
- La genial actuación de Steve Buscemi, como Carl Showalter, era de prever; no en vano, los Coen escribieron el papel pensando en él.
- William H. Macy tuvo que insistir para encarnar, de forma espléndida, a Jerry Lundegaard. Tras hacer una prueba y esperar a que le llamaran, decidió volar a Nueva York y entrevistarse con el director y el guionista. Al parecer les convenció tras asegurar que si no le daban el papel arruinarían la película: "Es mi papel".
- La actuación de Macy provocó grandes elogios y en varias entrevistas tuvo que admitir que no improvisó nada: hasta la tartamudez estaba en el guión.
- Frances McDormand, que es la esposa de Joel Coen, tuvo una profesora, Larissa Kokernot, natural de Minnesota, para conseguir su peculiar acento local. Curiosamente, esa profesora hace el papel de una de las prostitutas.
- De las siete nominaciones que obtuvo la película en la gala de los Oscar de 1997, se llevó la del mejor guión original (Ethan y Joel Coen) y mejor actriz, para McDormand, que superó, entre otras, a la espléndida Brenda Blethyn ("Secretos y mentiras").
- El personaje de Marge Gunderson está considerado entre los cien mejores de la historia del cine (el 33, según el American Film Institute; el 75, según la revista Empire).
- Durante años circuló el rumor de que una mujer japonesa había estado buscando realmente el maletín del dinero que Carl Showalter escondió en la nieve.
- Una curiosidad: Santiago Mainar, condenado por el asesinato del alcalde de Fago, una pequeña y bella localidad de Huesca, tenía el dvd de "Fargo" cuando las televisiones le entrevistaron antes de que fuera inculpado por el crimen.

sábado, 22 de enero de 2011

Thomas E. Lawrence

(Peter O'Toole, "Lawrence de Arabia")

Lawrence de Arabia, reencarnado en Peter O'Toole.

Hay intérpretes que hacen historia en el cine durante años y sólo nos damos cuenta de ello cuando un día nos detenemos a repasar su filmografía. Hasta ese momento pensábamos que formaban parte de una moda pasajera y por eso seguíamos su trayectoria con escepticismo y máxima exigencia. Sólo cuando pasa el tiempo apreciamos verdaderamente lo que nos han ido dejando. Pienso en toda la carrera de Tony Curtis, en la primera década de Leonardo DiCaprio y de Tom Hanks o incluso en los primeros años de Sean Connery, por ejemplo.
Pero para mí el paradigma de esta teoría es Peter O'Toole, un verdadero genio de la actuación, un tipo con enorme talento para meterse en la piel de reyes, aventureros o seductores. Un excepcional intérprete a quien merece la pena redescubrir, porque durante su prodigiosa década, la de los años 60, se le juzgó como si fuera un fenómeno fugaz.
Sólo había rodado tres películas, dos de ellas en Inglaterra, cuando le tocó el premio gordo de la interpretación: Thomas E. Lawrence, “Lawrence de Arabia”. Para que nos hagamos una idea de lo que significó aquello: es como si un futbolista que debuta en Primera División con un equipo modesto acaba la temporada disputando la final del Mundial.
Siempre me ha parecido injusto que la mayoría de las reseñas sobre este actor se centren en el papel de Lawrence y, en menor medida, en el del rey Enrique II, monarca a quien encarnó en dos ocasiones: "Becket" y "El león en invierno". Se dice bien poco de "Lord Jim", "Adiós, Mr. Chips", "La noche de los generales", "Mi año favorito", "¿Qué tal, Pussycat?" y casi nada de esa pequeña joya de William Wyler llamada "Cómo robar un millón y...", en la que este actor irlandés nos fascina tanto como Audrey Hepburn.
No obstante, Lawrence es un personaje tan complejo, deslumbrante y grandioso que es imposible poner a su altura a otro cualquiera de su actor. Peter O’Toole lo creó, además, de manera sublime, con un aura casi divina que se eleva hasta el sol del desierto y desciende al infierno de la locura. Le salió con un sentido colosal de la vida que le aleja del resto de los mortales. Sólo el monumental paisaje, un protagonista poético en la película, es tan inmenso como él.
"Lawrence of Arabia" (1962, David Lean) es una obra maestra irrepetible, imposible de asumir hoy en día por una industria que valora aspectos más convencionales del arte cinematográfico. Fue posible por las circunstancias de la época, por ese afán de ofrecer espectáculo grandilocuente, ya fuera de calidad o mediocre, aprovechando las sucesivas novedades tecnológicas de exhibición (Cinemascope, Vistavision, Todd-AO, Panavision, Techniscope...). Fue posible gracias al entusiasmo de su director y de su productor, Sam Spiegel, que repetían juntos tras la experiencia de "El puente sobre el río Kwai" (1957). El resultado es una bellísima película en la que el sol abrasador, un místico aventurero y fascinantes personajes de las tribus árabes nos encandilan durante casi cuatro horas.
La película arranca en 1935. Thomas Edward Lawrence ha fallecido en un accidente de moto en Inglaterra y a su funeral acuden muchas personalidades. Lo describen como un poeta, un sabio, un buen soldado... y "el mayor exhibicionista que he conocido en mi vida", como le califica el corresponsal de prensa Jackson Bentley (Arthur Kennedy).
Y realmente lo es. Cuando la acción retrocede diecinueve años, Lawrence es un teniente del ejército inglés que trabaja en El Cairo en un puesto rutinario y poco atractivo. Ante sus compañeros es presumido, narcisista y soñador. Se sabe un ser singular. Mister Dryden (Claude Rains), un político del departamento de Asuntos Árabes, lo rescata de esa anodina labor para enviarlo al desierto a tratar con el príncipe Feisal y pulsar si los beduinos son capaces de aliarse con los británicos contra los turcos. Sorprende con su aire de visionario ingenuo y torpe, como si no perteneciera a ese mundo tan disciplinado, tan marcial, tan inglés. "Es usted un payaso, Lawrence", le amonesta un superior al tropezar con una mesa de billar. "No todos podemos ser domadores de leones, señor", le contesta con soltura.
El joven oficial está a punto de entrar en maravillosas y a la vez siniestras regiones de Arabia y de su propio interior, regiones de su mente y de su alma que jamás creyó que pudieran existir. Cuando enciende una cerilla y observa con devoción cómo arde, una fantástica elipsis (casi tan celebrada como la del hueso y la nave espacial de "2001, una odisea del espacio") nos traslada al desierto rojizo. Lawrence emprende el camino con ilusión y entusiasmo por aprender las costumbres árabes, sus diferentes tribus y todo lo relacionado con ellos. Ha decidido que si tiene que convivir con su gente tendrá que adaptarse enseguida.
Por eso emula a Tafas, su guía, que todavía no bebe agua, y cierra la cantimplora pese al tremendo calor que sufren. Éste morirá a manos de Sherif Ali (un soberbio Omar Sharif), jefe del clan Harith, por robar agua de su pozo, aunque respetará la vida de un indignado y valiente Lawrence, quien representa la civilización occidental que tanto admira. El sentimiento no es, sin embargo, recíproco: "Mientras los árabes luchen tribu contra tribu seguirán siendo un pueblo insignificante, idiota y bárbaro, voraz, asesino y cruel. ¡Como tú!", le grita el inglés en ese primer encuentro.

Sherif Ali defiende su pozo a muerte.

Visualmente, la escena de la llegada de Ali a lomos de su camello es fascinante. A lo lejos observamos un punto negro, inquietante, que se acerca lentamente como si fuera la muerte; David Lean no tiene prisa por que llegue y nosotros tampoco, ya que el silencio y la actitud de los protagonistas nos cautivan. Y cuando Tafas trata de coger su pistola suena un disparo lejano y certero que acaba con su vida. Ali simpatiza enseguida con ese joven rubio desafiante, digno pero asustado, pese a que éste le odia por haber matado a su guía.
- ¿Cómo te llamas, inglés?
- Mi nombre es para mis amigos.
Lawrence contacta con el coronel Brighton (Anthony Quayle) en Wadi Safra, donde las tropas del príncipe Faisal (Alec Guinness) sufren ante el acoso aéreo de los turcos. Faisal lamenta que los británicos estén más interesados en el canal de Suez que en ayudarles a ellos contra los obuses y las modernas armas turcas. El recién llegado sorprende al príncipe porque muestra simpatía y respeto hacia la cultura árabe e incluso es capaz de recitar pasajes del Corán. Intuye, además, que ese hombre de aspecto frágil y distraido será capaz de obrar el milagro.
El inglés se pasa la noche pensando en una solución milagrosa contra ese poderío turco; vaga por el desierto en solitario y observa el cielo y las dunas como si pudiera inspirarse en el paisaje. La música nos revela que ha dado con la solución: ir hasta Aqaba, donde los turcos tienen allí una plaza militar importante con cañones apuntando hacia el mar. Su idea es cruzar el desierto del Nefut ("el peor lugar creado por Dios") por detrás y sorprenderles. Para Sherif Ali es una locura, pero decide sumarse a la aventura con la bendición del príncipe.
Cruzar el desierto es una tortura que durará varias semanas y que pondrá a prueba su apasionada adaptación a la forma de vida bedu.
Pero Lawrence no ha viajado a esas remotas regiones para ser un árabe más; desafía a todos los guerreros, en especial a Ali, cuando decide retroceder para ir en busca de un beduino, Gasim, que se ha quedado fatalmente rezagado. Se está burlando del destino, lo que para ellos es una blasfemia, pero nada le detiene en su empeño, pese a que le insisten en que la muerte de ese hombre está escrita. "Nada está escrito", les reprocha a Ali.
De nuevo el desierto, cuyo horizonte desenfocado por el calor y la lejanía lo convierten en inalcanzable, es el protagonista de la acción. Gasim, sufriendo una agonía, Lawrence, a lomos de su camello, y su sirviente Farraj, que le espera con ansiedad en un punto más seguro, son almas insignificantes en ese mar de arena. De manera acertada, Lean oculta la escena en que le rescata, porque es mucho más emocionante el punto de vista de Farraj, que comienza a vislumbrar a lo lejos un punto diminuto que se agranda con el paso de los minutos. Su grito de alegría descarga la tensión de la espléndida escena.

Lawrence le muestra el camino a Sherif Ali.

Tras conseguir salvarlo, "El Aurens", como le llaman los beduinos, regresa como un héroe; se ha ganado el respeto de todos, incluso de un sonriente y admirado Sherif Ali, quien pronuncia la frase más ajustada a la personalidad de ese resuelto y audaz inglés:

"Para ciertos hombres nada hay escrito si ellos no lo escriben"

En esos momentos, el personaje está más cerca de sentirse un dios que un héroe. Lawrence ha obrado el milagro que le pedía Feisal; ha conducido a un pequeño ejército por un desierto mortal; ha desafiado a la providencia y "ha resucitado" a un hombre que para todos estaba muerto. Cuando regresa al campamento, su estampa recuerda a la de Jesucristo entrando en Jerusalén entre palmas. En posteriores momentos, su figura evocará diversas fases de la divinidad y él mismo establecerá significativas comparaciones: "Moisés lo hizo", responderá cuando le pregunten cómo será capaz de cruzar el desierto del Sinaí sólo con sus dos jóvenes sirvientes.
Ali le regala a Lawrence la elegante indumentaria de un sherif, todo un signo de hermandad y amistad. Cuando se aleja para lucir la túnica a su manera (juega a anticiparse a su propia sombra) se topa con Auda Abu Tayi (Anthony Quinn), un jefe Howeitat, arrogante, valiente y engreído, que se encara con los cincuenta hombres de Ali sólo con la ayuda de su hijo. Además de su encanto personal, Lawrence es un maestro de la diplomacia y conseguirá que los Harith y los Howeitat se unan en la aventura. "Quien recibe dinero es un siervo", le reprocha a Auda, que también se siente fascinado por ese inglés con alma árabe.
Todos se marchan a Aqaba, pero un incidente pone en peligro la unidad. Un miembro de la tribu de Abu Tayi ha muerto a manos de otro de la tribu rival.  Lawrence, al ser neutral, decide cumplir la ley, es decir, matarlo él mismo, para evitar ofensas: descubre que el hombre a quien tiene que ejecutar es Gasim, el hombre a quien salvó en el desierto. "Estaba escrito entonces, debió dejarle allí", sentencia Abu Tayi, cerrando así la paradoja del destino que había burlado. Es cuando Lawrence descubre algo aterrador en su interior, el placer de quitarle la vida a una persona, algo que también le acerca a la divinidad de una manera siniestra.
Tras conquistar Aqaba, decide marchar a El Cairo por el Sinaí para avisar a los generales británicos, mientras ordena a Ali que vaya a avisar al príncipe para que mande barcos a Aqaba. Su amigo cree que una vez en El Cairo se quitará sus ropajes y hablará sobre la barbarie de los árabes. "Eres un ignorante", le replica.
Lawrence se marcha con sus dos criados, Farraj y Daud, a quienes promete que dormirán por primera vez en sábanas limpias en un hotel de la capital. Pero en el penoso viaje, Daud desaparece en unas arenas movedizas. Su muerte deja un poso de tristeza infinita en el alma de El Aurens, que no ha podido salvarle.

El general Allenby atiende a Lawrence ante Dryden y Brighton.

Cansados, con semblante funesto, sucios y llenos de polvo, se acercan al cuartel general, donde tratan de impedirles la entrada por sus vestimentas. Lawrence es capaz de enfrentarse a cualquiera, superior o no, que prohíba a Farraj entrar en el bar de oficiales para beber un buen vaso de limonada, como le había prometido. Pero la desconfianza de los militares dará paso a la admiración cuando les cuente que las tribus árabes han tomado la crucial plaza de Aqaba y que han hecho prisioneros a muchos turcos. El Aurens se emociona por primera vez cuando sus compañeros le aclaman por la hazaña. Al nuevo general, Edmund Allenby (Jack Hawkins), le confiesa qué es lo que le atormenta hasta el punto de no desear volver al territorio árabe: tuvo que ejecutar a un hombre.

- Hubo algo que no me gustó nada. 
- Naturalmente, es lógico. 
- No, hay más todavía. 
- ¿Qué es?
- Disfruté haciéndolo. 

Lawrence asciende a comandante y regresa con las tribus beduinas para liderarlas en la Revuelta Árabe contra los turcos. Su motivación es la independencia del territorio y para ello pide armamento, dinero y todo aquello que haga posible esa aspiración. La motivación del gobierno británico en plena Primera Guerra Mundial es bien diferente: primero, debilitar a los turcos, aliados de los alemanes; y segundo, asentarse en el rico territorio del Imperio Otomano, muy apetitoso para cualquier nación europea. La figura ya mítica de Lawrence servirá como ejemplo para alentar a países como Estados Unidos a entrar en guerra. Quizá por esta razón llega el periodista norteamericano Jackson Bentley, decidido a entrevistar a Lawrence. Cuando habla con el príncipe Faisal le deja claras sus intenciones.
-Busco un héroe.
- ¿Busca a alguien que atraiga a su país a la guerra?
- Así es, señor.
- Lawrence es su hombre.
El periodista comprueba directamente el poderoso liderazgo de su héroe cuando las tropas beduinas asaltan un tren de mercancías turco: El Aurens camina por encima de los vagones como si un espíritu le poseyera. Aspira a ser un ángel inmortal y hace la prueba cuando se enfrenta, inmóvil, sereno y desafiante, a un soldado turco que le apunta con su fusil. Cuando éste le dispara, Lawrence no mueve ni un músculo porque realmente se cree inmortal.
Se sabe, no se cree, el salvador de los árabes, el creador sobrenatural de una nación que se dibuja en el aire, el ángel exterminador de los turcos y un ser omnipotente. Su universo es el desierto y le atrae, como revela a Bentley, porque "está limpio".
Lawrence comienza a sufrir su particular descenso a los infiernos cuando se desplaza con unos pocos hombres a Deraa. En una acción de sabotaje tiene que ejecutar a su fiel amigo Farraj, herido por un detonador, para que los turcos no le torturen. Ya no es omnipotente. Y cuando entre en la ciudad turca, con la única compañía de su solidario Sherif Ali, descubrirá que está muy lejos de cualquier condición extrahumana.
En Deraa es apresado y conducido ante un bey (José Ferrer) que, al contemplar su figura, su cabello rubio y sus ojos azules, le acaricia de forma lasciva. El Aurens grita aterrorizado y le golpea: quizá porque acaba de descubrir que no es tan extraordinario ni divino como para eludir los instintos humanos; tal vez porque es homosexual y no desea satisfacer así su apetito reprimido (estamos en 1916, no hay que olvidarlo) o porque es un heterosexual convencido.
La escena es significativa porque le azotan de inmediato; y precisamente sobre el Thomas Edward Lawrence real existe una eterna polémica sobre su condición sexual: masoquista y/o homosexual. El origen de este debate es una carta amorosa dirigida a S.A. ¿S.A. era Selim Ahmed, uno de sus sirvientes? ¿Se trataba de una mujer? ¿Era realmente masoquista? ¿Por qué se le ha dado tanta importancia a su sexualidad? David Lean no quiso profundizar en ese debate más allá de ese episodio, pero lo tuvo en cuenta sin necesidad de que resultara un factor clave en la película.
Sherif Ali le cuida durante días en una cueva, pero Lawrence ha llegado al límite de sus fuerzas. Física y mentalmente está exhausto y por eso vuelve a El Cairo, donde recupera su uniforme y su vida militar. Trata de adaptarse a la rutina del cuartel, pero no va con él. Allí se entera del tratado anglo-francés para repartirse el territorio turco, incluido Arabia, tras la guerra. "Puede haber honor entre ladrones, pero nunca lo habrá entre políticos", le reprocha a Dryden, el oscuro representante del Gobierno británico.

Espléndida estampa del héroe.

Nadie es consciente de su tormento interior. El general Allenby le insiste para que dirija una ofensiva contra Damasco y le adula con elogios sobre su personalidad. "Sé que no soy un hombre corriente. ¡Está bien, soy extraordinario! ¿Y qué más?", responde ante la presión del general. Lawrence le promete que tomará Damasco con los mejores guerreros, a quienes no hace falta contratar por un elevado precio. "Los mejores no vendrán por dinero, vendrán por mí".
Lawrence reúne a las tribus para formar un gran ejército e incluye a asesinos que forman su guardia personal; esto indigna especialmente a Ali, porque muchos no saben ni lo que significa la Revuelta Árabe. Su aspecto y su carácter ya no tienen nada que ver con aquel joven ilusionado, osado y vitalista de meses atrás. Ahora su tez es siniestramente oscura y nunca sonríe. Durante su avance hacia Damasco ven cómo un poblado árabe ha quedado destrozado al paso de una columna de turcos que se retiran con sus heridos. Su instinto criminal se desata con una pasión desmedida al ordenar aniquilar a la columna entera. Sherif Ali se queda horrorizado cuando observa el rostro desencajado de Lawrence mientras se recrea en la barbarie como si estuviera en éxtasis.
Su locura ha causado una matanza en Tafas y sólo su amigo Ali sabe que él ha sido el artífice. Pero poco importan los demonios interiores de El Aurens, porque consiguen tomar Damasco y organizan el Consejo Nacional Árabe. Las disputas internas, la ambición política y los graves problemas sanitarios, de suministro de agua y de luz, entre otros, ya no son asunto suyo: Lawrence está absolutamente destrozado, el esfuerzo por crear una nación árabe le ha dejado una profunda herida en su alma y ya no está en condiciones de seguir allí. Cuando acude a un hospital donde se encuentran hacinados cientos de heridos en lamentables condiciones, sin cuidados médicos ni agua, un oficial británico le golpea y le insulta: "¡Cochino árabe!", mientras él se ríe histérico.
"Mi deuda contigo no tiene precio", le dirá el príncipe Faisal al despedirse de él. Lawrence regresa a Inglaterra como coronel, triste, abatido y envejecido. La deuda que el Cine tiene con David Lean, Peter O'Toole, Omar Sharif, Anthony Quinn y con esta obra maestra tiene el mismo valor.

La película
- El origen literario de la película es la obra autobiográfica "Los siete pilares de la sabiduría", de T.E. Lawrence, que los guionistas Robert Bolt y Michael Wilson se encargaron de adaptar para la pantalla.
El verdadero T.E. Lawrence.
- Pese a tratarse de una superproducción con grandes estrellas del cine, un amplio elenco de intérpretes y centenares de extras (entre ellos los propios soldados del ejército árabe), ninguna mujer aparece en la pantalla.
- La revista Premiére Magazine publicó en 2006 la lista de las 100 mejores actuaciones en la historia del cine: la de Peter O'Toole, como Lawrence, fue elegida en primer lugar, por delante de Marlon Brando (Terry Malloy, "La ley del silencio"), Meryl Streep (Sophie Zawistowska, "La decisión de Sophie"), Al Pacino (Sonny Wortzik, "Tarde de perros") y Bette Davis (Margo Channing, "Eva al desnudo").
- Steven Spielberg y Martin Scorsese, entre otros, fueron artífices de la versión restaurada en 1989, que recuperó metraje descartado en su día hasta los 216 minutos actuales.
- Marlon Brando y Albert Finney fueron las dos primeras opciones para el papel de Lawrence, para el que también se tuvo en cuenta a Montgomery Clift, entre otros. En una obra teatral anterior a la película fue Alec Guinness, en la película el príncipe Faisal, quien hizo de Thomas E. Lawrence. David Lean se fijó en O'Toole cuando lo vio en la película "El robo al banco de Inglaterra" (1960).
- La película conquistó 7 Oscar en la gala de la Academia de Hollywood, entre ellos a la mejor película, mejor director, mejor banda sonora (Maurice Jarre) y mejor fotografía (por el impresionante trabajo de Freddie Young). Gregory Peck, por su papel de Atticus Finch en "Matar a un ruiseñor", ganó el premio de mejor actor al que optaba Peter O'Toole.
- Horst Buchholz y Alain Delon fueron tanteados para el papel de Sherif Ali, que interpretó magistralmente Omar Sharif, que en principio había sido seleccionado para un papel menor. Peter O'Toole se negó a acudir a la presentación oficial de la película en Hollywood si no se invitaba al actor egipcio.
- El episodio de la tortura y la violación de Lawrence no aparece en "Los siete pilares de la sabiduría", pero sí en otro relato más selecto y restringido del propio autor.
- David Lean sólo se perdió un día de trabajo, por enfermedad, desde que comenzó a trabajar en la película.



domingo, 16 de enero de 2011

Alicia Huberman

(Ingrid Bergman, "Encadenados")

El agente Devlin protege a Alicia Huberman.

Alicia Huberman es una mujer única en la filmografía de Alfred Hitchcock. Por mucho que repase los personajes femeninos de su cine no encuentro a nadie tan sacrificado y entregado como ella. Si acaso posee el aire victimista de Margot ("Crimen perfecto"), comparte la misma afición juvenil por la bebida, la juerga y los hombres que la redimida Melanie Daniels ("Los pájaros") y se echa en brazos del enemigo, al igual que Eva Kendall en "Con la muerte en los talones". Además, es tan apasionada que no juega ni coquetea con el amor: Alicia se entrega a Devlin con sincera devoción. A pesar de la fabulosa trama que se teje a lo largo de "Encadenados" ("Notorious", 1946), se diría que el único propósito que ella persigue es demostrarle a ese hombre que es una mujer de la que se puede fiar y enamorar.
Alicia resulta tan espléndida como la actriz que la interpreta, una Ingrid Bergman que ya había protagonizado excelentes películas, entre ellas "Casablanca" y "Luz que agoniza". Su carrera y su personalidad resultan admirables; además de una elegante belleza, Bergman poseía un halo trágico que encajaba muy bien en los papeles de cierta complejidad dramática. Su relación con el director italiano Roberto Rossellini destapó la bajeza moral del Hollywood más hipócrita e ingrato, ya que llegaron a declararle persona non grata. Pocos años después la encumbrarían de nuevo entre ovaciones y homenajes, pero el mal ya estaba hecho.
"Encadenados" es una historia de amor que late con fuerza entre botellas enigmáticas, llaves misteriosas, espías nazis, agentes federales y personajes de poderoso magnetismo. Alicia es hija de John Huberman, un agente alemán que ha sido condenado a veinte años de prisión por traición a los Estados Unidos. Agobiada por la presión policial y por su traumática situación familiar, ella sólo quiere olvidarlo todo con juergas, alcohol y compañía masculina.
La película arranca en Miami (Estados Unidos) en abril de 1946. Alicia da una fiesta en su casa tras el juicio a su padre. Reparte whisky y frivolidad entre sus invitados, pero hay uno especialmente que le llama la atención. No habla, no se inmuta; lo vemos de espaldas y sabemos lo atractivo que debe ser a través de la encandilada mirada de Alicia. Cuando se quedan solos descubrimos a T.R. Devlin (Cary Grant), un tipo elegante y frío, pero con un fuerte magnetismo.
Por lo que sabemos a lo largo de la película, ella es una mujer sensual, seductora con los hombres y ociosa, con un nivel de vida lujoso, al igual que los amigos que la acompañan. Parecen vivir en una continua fiesta, ahora en las playas de Miami y al día siguiente en La Habana. Hitchcock sólo nos da una pista acerca de su comportamiento: cuando descubrió las actividades de su padre, su mundo se derrumbó y es posible que actúe con ligereza en la vida para olvidar que es hija de un nazi.
Chica de mala fama: ese es uno de los significados de "notorious", el título original. En versión doblada nos ofrecieron otro igual de sugerente: encadenados. En el momento en que salen afuera y él le coloca un pañuelo a la altura del ombligo sentimos el alcance del título en castellano.
- ¿No necesitas un abrigo?
- Tú eres mi abrigo.

Alicia quiere borrarle la sonrisa de la cara a Devlin.

Devlin es un agente federal, pero ella sólo lo sabrá cuando un policía la detenga por conducir borracha y a gran velocidad, ya que ha decidido borrarle la sonrisa de la cara a ese hombre tan imperturbable y seguro de sí mismo. Alicia reacciona con agresividad al conocer de quién se trata y él le pega un puñetazo en la barbilla para dormirla; al día siguiente le explica el plan: el FBI la quiere utilizar para desmontar una red nazi en Sudamérica que tiene su sede en Brasil. Ella se muestra escéptica incluso cuando le pone una grabación en la que se demuestra que aborrece a padre y defiende el país que los acogió, los Estados Unidos.
Está dividida entre el odio que siente hacia la policía y su atracción por Devlin y éste no hace nada por convencerla, se muestra frío e indiferente. Cuando ella acepta, ni siquiera se lo agradece, simplemente se levanta y se marcha sin más; le deja bien claro que si ha habido algún momento de atracción sólo ha sido porque se trataba de su misión.
En el avión que les traslada a Río de Janeiro hay un momento prodigioso que casi pasa desapercibido. Devlin le ha comunicado que su padre se ha suicidado y para ella resulta un alivio. "Ya no tengo que seguir odiándole ni odiándome a mí misma". Cuando Alicia contempla la ciudad por la ventanilla de la derecha, su cuerpo y su rostro se inclinan hacia Devlin, que la mira como si hubiera recibido un flechazo instantáneo: resulta absolutamente revelador, porque en apenas tres segundos nos damos cuenta de la súbita atracción que siente hacia esa mujer a la que hasta hace un rato aborrecía.
Huberman se siente fascinada por ese tipo que no le hace ni caso, que contesta con monosílabos y que desconfía de su nuevo estado de ánimo. Se ha enamorado y eso la ha cambiado, pero no parece suficiente para el agente federal, frío, odioso y escéptico.
- ¿Me has oído? Me he vuelto abstemia. Un buen cambio, ¿eh?
- Bueno, eso es sólo una frase.
- ¿No puede cambiar una mujer?
- Sí, cambiar es divertido... durante un rato.
Mientras esperan instrucciones del capitán Paul Prescott (Louis Calhern), ambos están juntos a todas horas y esa estrecha relación acaba en el primer beso de amor. Alicia ha manejado la situación hasta donde ha querido y se entrega a Devlin sin condiciones. El largo beso en el apartamento, interrumpido por las cortas palabras que se dedican, es un momento de pasión irrepetible en la historia del cine. La mirada de Ingrid Bergman ilumina toda la secuencia hasta que él se despide en la puerta.

Uno de los besos más famosos de la historia del cine.

- Nuestro amor es bastante extraño.

- ¿Por qué?
- Porque a lo mejor tú no me quieres. ¿Me quieres?
- Los actos importan más que las palabras.

Paul Prescott le cuenta a su agente el plan previsto para Alicia: debe contactar con Alex Sebastian (Claude Rains), el jefe de la red nazi en Brasil, para saber todos los datos posibles acerca de sus actividades. A Devlin no le gusta la idea y le explica a Prescott que ella no es esa clase de mujeres. Pero su sentido del deber le lleva a retomar esa pose fría y desapasionada cuando vuelve a su lado. Ya no le abraza cuando ella, amorosa, juguetona y bromista, reanuda aquel beso.

- Este es el momento en que me vas a decir que tienes esposa y dos niños encantadores. Y que esta locura no puede continuar ni un minuto más.

- Apuesto a que has oído eso muchas veces.

La magia entre ambos ha desaparecido de repente. Alicia se siente humillada y herida por ese golpe bajo que le ha propinado. De nada ha servido el cariño de los últimos días y sus esfuerzos para demostrarle que es una mujer de fiar. Es como volver a empezar. Lo peor es que la misión significa agradar y enamorar a un hombre, es decir, una regresión al pasado que quería olvidar. "
¿No dijiste nada? ¿Por ejemplo, que no era la mujer adecuada? Ni una palabra a favor de esta loca enamorada que habías dejado unas horas antes"
, lamenta resignada.
Devlin no está por la labor de ayudarla. No quiere decidir por ella. Seguramente bastaría con una insinuación o un leve consejo, pero se muestra hermético incluso cuando le pide, como último recurso, que le diga lo que no se atrevió a decirles a sus jefes: que es buena, que le ama, que no cambiará más. "Espero tu respuesta", es su lacónica contestación. La habilidad de Hitchcock evita que el público odie a Cary Grant en ese momento: dedica miradas implacables a Alicia, sin un resquicio de compasión ni de simpatía; pero de alguna manera intuimos que en su interior le falta poco para abrazarla.

Ingrid Bergman, fascinante en la película.

Tal vez lo que nos saca de quicio es que Alicia Huberman es un personaje desamparado que busca la felicidad y el cariño de manera desesperada. Devlin tiene demasiados prejuicios como para colmarla. No sólo ha renunciado a hacerlo, sino que le lanza en brazos de un hombre que estuvo enamorada de ella, aunque no le correspondió.
Alicia contacta con Alex Sebastian y acepta cenar con él. Tras aclararle que Devlin la sigue desde que se conocieron en el avión, le lanza sus redes pero sin alardes, lo justo para conseguir que le invite a su casa. La mansión ya tiene una dueña, madame Anna Sebastian (la impresionante Leopoldine Konstantin), que posee una sonrisa y una mente tenebrosas.
- No testificó en el juicio de su padre. Pensamos que no era muy normal.
- Él no quiso. No dejó que sus abogados me llamaran a declarar.
- Me pregunto por qué lo haría.
La madre desconfía de Alicia y no quiere que Alex le dé muchas explicaciones delante de los invitados. Sin embargo, puede observar una escena extraña: un tal Emil Hupke se pone muy nervioso al ver una botella en el salón. Aunque luego pide perdón por su misteriosa reacción, los demás deciden eliminarlo, tarea de la que se encarga Eric Mathis (Ivan Triesault). Hitchcock ya ha introducido su particular macguffin, una botella contiene un misterio que afecta a toda esa red de espías nazis.
Alicia deberá comportarse como una excelente actriz ante Alex: por un lado tiene que enamorarle, lo que no le resultaría difícil antes, pero sí ahora que ama a otro hombre; además, ha de aparentar que ella también siente una atracción hacia él y que Devlin no significa nada, pese a que en el hipódromo han vuelto a estar juntos y Alex Sebastian ha intuido al verlos que hay algo más que simple amistad entre ellos. Quiere estar plenamente convencido de ella. Por eso le pide en matrimonio.
La proposición sorprende a Alicia, a Devlin y a los jefes del FBI, quienes creen que la capacidad seductora de la joven ha sido la clave del éxito. Cuando le preguntan a la señorita Huberman si llegaría tan lejos por la misión, ella mira constantemente a Devlin, que está vuelto de espaldas sin querer saber nada. Como siempre, él está esperando que ella decida. Alicia habla con Prescott y con los demás, pero su mirada está fija en la figura ausente de su amante por si encuentra algún signo que le impida casarse con Alex. Pero sólo halla sarcasmo.
Tras la luna de miel, Alicia asume el mando de la casa sin tener que enfrentarse a la madre, obligada por su hijo a mantenerse en un segundo plano. Dispone de todas las llaves de la mansión excepto una, la de la bodega. Cuando vuelve a encontrarse con Devlin, éste tiene claro que el misterioso asunto de la botella sólo se podrá resolver si ella se apodera de la llave. Por primera vez en mucho tiempo demuestra comprensión y simpatía hacia ella.
- Lo estás haciendo muy bien.
- No es divertido, Dev.
- Un poco tarde para eso, ¿no?

Devlin y Alicia, en su habitual punto de encuentro.

La tensión se dispara. Hasta entonces sólo ha tenido que desplegar sus armas femeninas, pero ahora deberá jugar a espías sin serlo. La escena en que le quita a Alex la llave de la bodega es magistral, con primeros planos que aceleran el corazón. Alex le coge sus manos con cariño, abre su puño derecho y lo besa; va a coger el izquierdo, donde está su llave, y ella se lanza a abrazarle. Es un aperitivo de la soberbia secuencia de la fiesta, que nos tiene en vilo desde el instante en que Alicia le entrega la llave a Devlin, que ha sido convenientemente invitado. El suspense se recrea en las botellas de champán que se van abriendo para los invitados: a la velocidad en que los camareros las descorchan es posible que el anfitrión tenga que bajar a la bodega a por más... y no tiene la llave.
Mientras Devlin aparenta, como siempre, una pasmosa serenidad, el espectador se pone en la piel de Alicia, que está sufriendo una angustia interminable conforme observa cómo se agotan poco a poco las reservas de champán. En un gesto casi inútil, ella rechaza siempre las copas que le ofrecen; al mismo tiempo, procura mantener una sonrisa forzada porque es consciente de que su marido vigila todos sus movimientos.
La tensión se eleva cuando Devlin y Alicia bajan a la bodega para investigar. Él tira al suelo sin querer una botella pero lo que se derrama no es líquido, sino una sustancia arenosa que podría ser uranio. No hay apenas tiempo para nada: Alex está llegando a la bodega con su criado para coger más champán y la única manera de que no sospeche que han estado fisgando es representar una escena amorosa. Para la nueva señora Sebastian no es, sin embargo, ninguna representación: estaba deseando volver a besar a Devlin, aunque a Alex le cuenta que no ha podido evitarlo, que el invitado estaba borracho e iba a montar un escándalo. Él sólo tiene que aparentar sentirse despechado ante el marido: "La conocí y la quise antes que usted, pero no he tenido tanta suerte", le explicará.
La escena teatral no ha servido para nada porque Alex se percata de que le falta la llave de la bodega. Al acostarse deja el manojo de llaves en su escritorio; a la mañana siguiente aparece la que buscaba. Enseguida se da cuenta de todo. "Me he casado con una espía americana", le revela a su madre. Anna Sebastian sabe tan bien como su hijo que sus camaradas le matarán si se enteran, pero decide un plan: "Tiene que irse... pero lentamente. Podría caer enferma".

Alicia agoniza en la cama, envenenada poco a poco. 

El veneno que le suministran en el café le va debilitando poco a poco. Su aspecto cuando se reencuentra con Devlin en su banco de cita habitual es el de una mujer agotada y enferma, pero ella se lo oculta porque él no le ha revelado lo que ya sabe, su intención de marcharse de Brasil e irse a España. Se siente herida de nuevo y lo último que desea es darle lástima.
- ¿Enferma?
- No, resaca.
- Vaya novedad, has vuelto a la botella.
- Me aligera las tareas.
Alicia rompe la relación con Devlin de una manera simbólica: le devuelve el pañuelo que él le anudó en su cintura cuando se conocieron; lo ha guardado desde entonces como si fuera su anillo de compromiso. La forma en que habla y mira a Devlin, con una profundidad y una sinceridad espléndidas, dice mucho de Ingrid Bergman en esa excelente escena, una de las mejores de la película.
Pero, sin duda, el momento más impresionante de la actriz es cuando descubre por sorpresa que no está enferma, sino que la están envenenando. El doctor Anderson (Reinhold Schünzel), otro de los agentes nazis, acude a visitarla y le anima a curarse en las montañas Aymores. Alex corta la conversación de golpe para que el médico no revele nada del proyecto que llevan a cabo; cuando el doctor se dispone a coger la taza de café de Alicia por equivocación, madre e hijo reaccionan alarmados. Ella mira la taza y se da cuenta de lo que está ocurriendo; se levanta, trata de ahogar el horror que le produce su terrible descubrimiento; se marcha hacia la habitación y cae desmayada antes de llegar a las escaleras. Cuando recobra el conocimiento grita de impotencia porque sabe que va a morir. Sinceramente, creo que es una de las escenas mejor elaboradas por Hitchcock y un prodigio de actuación por parte de Ingrid Bergman.
Alex Sebastian y su madre la recluyen en una habitación a la espera de su lenta muerte. Se encuentra tan débil que no puede escapar. Devlin ha estado un día entero esperándola e intuye que algo grave está pasando, por lo que decide ir a la casa. Por primera vez actúa según lo que le dicta el corazón. Cuando la encuentra y descubre cómo está, por primera vez le confiesa su amor. Alicia está absolutamente feliz pese a su delicado estado de salud.
 
- Dilo otra vez. Me mantiene despierta.
- Te quiero.

Devlin, Alicia, Anna Sebastian y su hijo Alex, en la soberbia escena final.

La escena final de "Encadenados" es una obra maestra por sí sola. Devlin maneja la situación con una soltura envidiable mientras desciende las escaleras lentamente con ella a su lado. Alex, que inspira más compasión que odio -al margen de esas maquinaciones nazis que jamás llegamos a saber en qué consisten exactamente- es la víctima ahora. Cuando Devlin le cierra las puertas del coche sabemos que está sentenciado por sus camaradas. Dentro, Alicia sonríe feliz. Ha tenido que casarse con un tipo al que no quería y estar al borde de la muerte para que el hombre al que ama le abra por fin su corazón. Nosotros sólo podemos decir: Ya era hora, Devlin.



lunes, 10 de enero de 2011

Phil Connors

(Bill Murray, "Atrapado en el tiempo")

Phil contempla a Ned Ryerson, una de sus pesadillas.


"Yo les daré una predicción del invierno: Va a ser duro; va a ser gris; y va a durarles el resto de su vida"

Un hombre repite el mismo día una y otra vez, durante años y años, hasta que le sale perfecto. Durante ese bucle temporal ha conseguido convertirse en una persona extraordinaria. Ya puede caer la siguiente hoja del calendario. Así, de manera literal, podría resumir el argumento de "Atrapado en el tiempo" ("Groundhog day", 1993), de Harold Ramis. Se trata de una hermosa metáfora sobre nuestra condición humana: podemos ser felices y hacer felices a los demás, pero desaprovechamos las horas en otros empeños que nos parecen más importantes. Este es un simple análisis, porque budistas, teólogos del cristianismo y filósofos han sido capaces de encontrar en este film muchas más interpretaciones. Se trata de una película de culto... incluso religioso.
Bill Murray es un grandísimo actor, aunque a menudo da la impresión de que él mismo no se lo cree. Me recuerda a Buster Keaton, porque con la misma cara es capaz de expresar múltiples sentimientos y estados de ánimo. En su etapa de comedia loca, desenfadada, para adolescentes ("El club de los chalados", "El pelotón chiflado", "Los cazafantasmas"...) ya me resultaba más original que Chevy Chase, John Candy o Dan Aykroyd. Incluso en "Vaya par de idiotas" o "Space Jam" ofrece un notable sentido del humor en comparación con el tono de ambas películas.
Murray sorprende en "Ed Wood", "La tienda de los horrores" (genial en su corto papel del paciente  masoquista que acude al dentista), la olvidada "Quick change" ("Con la poli en los talones", como se tradujo aquí, es normal que esté olvidada), "Abajo el telón"... De repente dio un giro algo más dramático ("Academia Rushmore", "Lost in traslation", "Los Tenenbaums", "Flores rotas"...) y se ha convertido en un actor capaz de todo. Incluso de afrontar el que, a mi juicio, es uno de los papeles más impactantes de su carrera, el de Steve Zissou, de "Life Aquatic": Tan genial como el de Phil Connors.
Phil Connors (Bill Murray), el hombre del tiempo de un canal local de Pittsburgh (Estados Unidos), es un tipo egocéntrico, vanidoso y cínico. Se considera muy superior a sus compañeros, a quienes desprecia continuamente con su sarcasmo; este es un recurso que ha debido utilizar muy a menudo porque burlarse de manera irónica forma parte ya de su naturaleza.
Phil no pone entusiasmo en su trabajo y observa la vida desde lejos, sin implicarse en nada. Con el cámara Larry (Chris Elliott) y una productora de la cadena, Rita (Andie MacDowell), tiene que ir a la pequeña localidad de Punxsutawney (Pensilvania) para cubrir lo que él considera una estupidez, el Día de la Marmota. Cuando Rita le hace ver que puede ser un evento divertido, él replica con su tono de siempre: "¿Eres nueva, no? Oye, a la gente también le gusta la sangre frita. La gente es imbécil".
Su ego de estrella televisiva le impide relacionarse con sus compañeros y por eso duerme en una señorial casa de huéspedes y cena solo. A las seis en punto de la mañana le suena el despertador con la emisora local, que ha puesto la canción "I got you, babe", de Sonny&Cher. Ha llegado el día indicado.

La hora maldita. 
A lo largo de la primera jornada vamos a descubrir perfectamente cómo es su soberbia personalidad. Nada más salir de la habitación desprecia la trivial conversación con un inquilino y se muestra hiriente y mordaz con la señora Lancaster (Angela Paton), la dueña del establecimiento, quien se ha atrevido a preguntarle por el tiempo.
- ¿Se va a marchar hoy, señor Connors?
- La probabilidad de marcha hoy es del 100%.
Phil se muestra muy falso con el viejo que pide limosna en la esquina: en vez de pasar de largo sin más, hace como que saca la cartera pero no le da nada; de inmediato tropieza con un antiguo y repelente compañero de colegio, ahora vendedor de seguros, a quien no recuerda en absoluto. "Ned, me encantaría quedarme a charlar contigo... pero no voy a hacerlo".
El presidente del Club Groundhog, Bruce (Brian Doyle-Murray, hermano de Bill Murray en la vida real), saca a la marmota Phil de su madriguera y ésta ve una sombra, lo que significa que el invierno durará seis semanas más. Phil Connors hace una alocución sin alma, escéptica y burlona. Incluso califica de "rata" a la marmota que se llama irónicamente como él. Ni siquiera hace una segunda toma, porque lo único que desea es salir de ese pueblo cuanto antes y volver a Pittsburgh. No obstante, un inesperado temporal de nieve -que él no había pronosticado- les obligará a regresar a Punxsutawney para quedarse a dormir.
Así transcurre el único día real de Phil Connors en el pequeño pueblo de la marmota. A partir de entonces, el personaje atravesará por una serie de fases que van a marcar profundamente la evolución de su existencia hasta que consiga culminar un día perfecto.

Fase de asombro e incredulidad

Dura varios días y arranca, como siempre, a las 6.00 horas. Phil vuelve a escuchar "I got you, babe" por la radio. "Muy bien, chicos, habéis puesto la cinta de ayer". Está ligeramente inquieto, pero todavía más cuando mira por la ventana y observa que pasea mucha gente por la calle a esas horas. Por si fuera poco, su vecino de habitación parece burlarse de él cuando le pregunta si va a la ceremonia del Día de la Marmota. La misma sensación le ocurre con la señora Lancaster.
- ¿Alguna vez ha tenido un déjà vu?
- Creo que no, pero miraré en la cocina.
Esta vez la probabilidad de marcha es del 70 al 80%. Phil está desconcertado, cree que todos le están gastando una broma absurda, sobre todo cuando su pesado ex compañero de colegio Ned Ryerson (Stephen Tobolowsky) vuelve a abordarle como si no lo conociera. Pero cuando llega a la ceremonia se da cuenta de que algo muy raro está ocurriendo y no existe explicación. Por la noche rompe un lápiz y al día siguiente, a las seis de la mañana, está intacto.
Phil está muy asustado. Sale a la calle sin hablar con nadie. Tampoco hace su trabajo. Le explica a Rita lo que le ocurre, pero lógicamente ella no le cree. Acude al médico para que le reconozca y luego al psiquiatra, pero éste parece más aterrado que Phil. "Creo que tenemos que vernos otra vez. ¿Qué le parece mañana? ¿No... le va... bien?".

Fase de diversión

En la bolera se emborracha con dos hombres de la localidad, Gus (Rick Ducommun) y Ralph (Rick Overton). Han pasado muchos 2 de febrero y ya no está alarmado ni apenas intrigado por lo que le ocurre. Sólo se pregunta por qué no pudo repetir el día en que estuvo en las Islas Vírgenes con una chica, comiendo langosta, bebiendo piña colada y haciendo el amor. "Aquel sí fue un buen día", les cuenta a sus nuevos amigos, que no comprenden nada, pero que añaden una comicidad extra a lo que le ocurre a Phil.

Phil: ¿Qué haríais vosotros si estuvierais atrapados en un lugar y cada día fuera el mismo y nada de lo que hicierais importara?
Ralph: Ese es el resumen de mi vida.

El encuentro con estos dos hombres le abre los ojos a Phil. Descubre que puede hacer lo que quiera sin que existan consecuencias al día siguiente. Se pone al volante, conduce a lo loco por la ciudad y por las vías del tren, choca contra otros vehículos y se burla de la policía. Acaba la noche en la cárcel, pero, como esperaba, despierta en su habitación.

Phil no se toma en serio su trabajo.

Puede hacer lo que se le antoje y se dedica a ello con entusiasmo: A Ned le pega un soberbio puñetazo al saludarle; en vez de ir a trabajar se queda en un café y se atiborra de dulces como nunca en su vida. Cuando conoce a Nancy Taylor (Marita Geraghty), le sonsaca todos los datos que necesita para al día siguiente hacerse pasar por un antiguo compañero de colegio y ligar con ella. Le puede mentir y pedirle que sea su esposa, porque Nancy no está viviendo su día y no recordará nunca nada.
Phil tiene todo el tiempo del mundo para, por ejemplo, robar el dinero de una furgoneta blindada con absoluta precisión, ya que día tras día se aprende de memoria todos los movimientos de los guardias. El mundo a su alrededor repite exactamente las mismas acciones, a diferencia de lo que le sucede a él, que acumula todas las experiencias para su provecho.

Fase de interés por Rita
Rita le atrae desde antes de quedar encerrado en el bucle temporal, pero va a tener que trabajar mucho para conquistarla en sólo veinticuatro horas. A lo largo de los días, Phil Connors se entera de cómo debe ser su hombre ideal, cuál es su bebida favorita, sus gustos y aficiones. Y conforme acumula esos datos los aplica para asombrarla y seducirla. Incluso tiene tiempo para aprender unos versos en francés. Consigue provocar una gran atracción entre ambos.
- Es un día perfecto. No se podría planear un día así.
- Sí se puede, sólo hay que trabajarlo mucho.
Se besan, pero no es suficiente para hacer el amor con ella. Rita detecta siempre una sombra de falsedad en Phil y, por mucho que éste lo intente, día tras día sólo obtendrá sonoras bofetadas.

Phil trata de asombrar a Rita.

Fase de suicidio

El rechazo permanente de Rita ha debido hacer mella en su carácter. Ya no se divierte. Una mañana llega a la ceremonia con ojeras, el rostro fatigado y sin arreglar. Al día siguiente decide quedarse en la casa de huéspedes; ha visto tantas veces el mismo concurso de televisión que, ante la admiración de los inquilinos y de la dueña, responde con acierto todas las preguntas, incluso antes de que el presentador las formule.
Phil está al borde de la locura porque no soporta más ese encierro permanente en el mismo día. Se ha convertido en una condena perpetua. En la ceremonia realiza una locución agresiva e insultante: "Esto es penoso; miles de personas helándose el culo esperando para adorar a una rata. ¡El Día de la Marmota solía significar algo en este pueblo, solían sacar a la marmota y comérsela! ¡Son unos hipócritas! ¡Todos!", acaba gritando.
En muchas ocasiones la pagará con el despertador, hasta que finalmente decide actuar. Ante la cámara lanza un discurso siniestro: "No hay manera de que este invierno se vaya a acabar nunca mientras esta marmota siga viendo su sombra. No veo ninguna otra salida; hay que detenerla. Y debo hacerlo yo". Secuestra a la marmota porque llega a pensar que la solución a sus problemas es eliminarla. O matarse a sí mismo. Phil se lanza con Phil marmota por un precipicio, pero a las seis de la mañana se despierta como siempre. Durante mucho tiempo probará varios sistemas de suicidio: se lanza desde un balcón al vacío, se electrocuta con un tostador, sale al paso de un camión...

Fase de resignación
En esta etapa de su condena parece haber aceptado su suerte sin saber si cambiará algún día. Quizá en su interior considera que es el precio que hay que pagar por la inmortalidad. No sabemos lo que piensa realmente, aunque a Rita le confiesa que es un dios. De nuevo en el café, siempre con la camarera Doris (Robien Duke) como testigo, exhibe sus "poderes": Después de tantos años transcurridos en el mismo día se sabe la vida de cada uno de los clientes del bar, calcula con rutinaria precisión cuándo se le va a caer al camarero la bandeja y qué es lo que va a decir Larry cuando entre a buscarlos para marcharse en la furgoneta.

Rita y Phil, esperando a que sean las seis de la mañana.

Rita confía de repente en él; le parece imposible que alguien tan ególatra haya sido capaz de saber tanto sobre ella. Y Phil sabe muchísimo sobre su compañera. Ella decide pasar el día a su lado para comprobar qué es lo que ocurre. Juegan a lanzar las cartas de la baraja en un sombrero, algo en lo que él es experto porque ha estado practicando cinco horas al día durante seis meses. Phil Connors consigue sorprenderle, pero tiene claro que lo peor "es que mañana habrás olvidado todo esto y seguirás pensando que soy un capullo".
La etapa de resignación y sinceridad tampoco ha dado resultado. Rita se queda con él en la cama hasta el final. Ya no desconfía como al principio porque Phil no alberga ninguna intención de acostarse con ella. Está realmente enamorado y se le declara mientras su compañera cae dormida a las tres de la madrugada. Tres horas más tarde ya no está y suena de nuevo "I got you, babe".

Fase de perfección
En esta etapa, Phil es una nueva persona. Ha tardado mucho tiempo en darse cuenta de que se puede afrontar la vida con compromiso en vez de escepticismo, con solidaridad en lugar de egoísmo, con ilusión en vez de indiferencia. Un buen día aparece por la calle y le ofrece una generosa limosna al vagabundo que siempre había despreciado; llega a la fiesta con una bandeja de cafés y dulces para Larry y Rita, al tiempo que les indica cuál es el sitio idóneo para conseguir las mejores tomas. Incluso le dirige la palabra al cámara: "Nunca hablamos, Larry, ¿tienes hijos?".
Necesita sentirse útil, aprender experiencias nuevas y satisfacer a la gente. Es algo nuevo en su vida. Decide aprender a tocar el piano y para ello le paga mil dólares a la profesora. Tendrá que pagárselos cada día, eso sí, pero mientras que para ella siempre será un alumno nuevo, él acumulará día a día sus conocimientos.
Por primera vez saluda con efusión y verdadero entusiasmo al vecino de la habitación de enfrente, que sonríe con auténtica satisfacción. Realmente cuesta bien poco hacer felices a los demás. Ha aprendido a hacer figuras de hielo y deja a todos boquiabiertos. Incluso a Ned lo recibe efusivamente... hasta cierto punto: "No sabes cuánto te he echado de menos. No sé hacia dónde vas, pero, ¿por qué no avisas de que estás enfermo?", le suelta para quitárselo de encima.
Que Phil Connors no es un dios lo asume cuando no puede evitar que el viejo vagabundo al que ha ayudado por la mañana muera en el hospital por la noche. Durante días tratará de impedir ese desenlace inevitable: le dará de comer, le reanimará, pero será inútil: para ese anciano el 2 de febrero siempre será el final de su camino.

Por primera vez, Phil emociona a todos con su presentación.

Decía antes que hacer felices a los demás cuesta bien poco. Phil realiza una impecable presentación del Día de la Marmota que emociona a todos los presentes y causa una gran admiración en Larry y Rita. Está poniendo su corazón en lo que hace y eso se nota: "No podría imaginar una suerte mejor que un largo y hermoso invierno", acaba entre los aplausos de los asistentes.
Claro que hacer el bien requiere su tiempo. Conoce tan bien a los habitantes de la ciudad que ya sabe cuándo tiene que intervenir exactamente para salvar a un niño que se cae de un árbol, ayudar a un comensal que se estaba atragantando o arreglar el pinchazo que sufren unas viejecitas en su coche. "No hay de qué, señoras, tenía el neumático y el gato. Pónganse cómodas, será un instante".
Nunca había acudido por la noche a la fiesta de la Marmota, pero esta vez es especial. Phil está en el escenario tocando el piano como un profesional. Casi todos le conoce y le quieren pese a que, en teoría, sólo ha estado un día en Punxsutawney. Rita se queda asombrada al verle.

- ¿Pero qué has hecho hoy?
- Oh, nada, lo de siempre.

Phil Connors ha hecho en un día por los demás mucho más que en toda su vida. Incluso le ha comprado a Ned todas las pólizas de seguros existentes. Rita, que ha pujado 339,88 dólares por quedarse con él a lo largo de la noche, empieza a creer que le ha salido barato. Cuando le hace una escultura de hielo verdaderamente hermosa de su busto hay algo mágico en esa escena que lo resumen en una frase: "No importa lo que pase mañana o el resto de mi vida; ahora soy feliz, porque te quiero".
Toca el despertador. Son las 6.00 horas. Vuelve a sonar "I got you, babe". Pero todo ha cambiado. Rita está a su lado, no hay nadie en la calle y la radio habla de otro día. "¿Sabes qué día es hoy? Hoy es mañana".

"¿Sabes qué día es hoy? Hoy es mañana".

La película

- Aunque se han apuntado muchas fuentes e incluso hubo denuncias de plagio, el planteamiento original se le ocurrió al guionista Danny Rubin, que estaba dándole vueltas a dos ideas: las posibilidades que tiene una persona de cambiar su carácter si es inmortal y la pesadilla de un chico que tiene que vivir siempre el mismo día. La elección del Día de la Marmota como fecha concreta fue una decisión casual: Rubin empezó a mirar el calendario y tropezó con el 2 de febrero y esa particular fiesta del pueblo de Punxsutawney, en Pensilvania (Estados Unidos).
- "Atrapado en el tiempo" se convirtió en una película de culto sobre todo para los budistas, ya que aborda algunos de los fundamentos de sus creencias, el karma, el samsara o la reencarnación. También algunos teólogos han querido ver connotaciones del cristianismo y del judaísmo en este film. Lo cierto es que Rubin reveló que había pensado mucho en la novela alegórica de Herman Hesse "Siddhartha", escrita en 1922, y que contiene una alta espiritualidad.
- Harold Ramis y Danny Rubin discutieron mucho sobre la posibilidad de ofrecer una explicación a ese bucle en el tiempo que sufre el protagonista. Phil Connors habría sido víctima del embrujo de una mujer despechada, que le hechiza para que se quede atrapado en ese día concreto. Afortunadamente, descartaron explicar los motivos.
Harold Ramis.
- En el primer borrador del guión, el protagonista está convencido de que la hoja del calendario sólo se moverá si mata a la marmota Phil; Ramis y Rubin descartaron esa idea para que Phil Connors no estuviera toda la película persiguiendo al roedor.
- Otra idea descartada del guión primitivo consistía en que Rita se quedaba atrapada en el tiempo el 3 de febrero justo cuando Phil lograba escapar.
- Bill Murray sufrió el ataque de la marmota en la escena en que la rapta: Punxsutawney Phil, como se llama realmente el animal, le mordió dos veces en la mano.
- En una página web calcularon que Phil pasa atrapado en el tiempo un total de 8 años, 8 meses y 16 días. Harold Ramis entró un día en esa página para explicar que harían falta al menos 30 o 40 años para cambiar de forma tan radical a una persona.  
Aquí pisó Bill Murray.
- La película se rodó, en realidad, en Woodstock (Illinois). El agujero encharcado donde siempre mete el pie Bill Murray es ahora una placa "conmemorativa".
- Harold Ramis, Bill Murray y Stephen Tobolowsky fueron invitados en diferentes ediciones a la verdadera fiesta del Día de la Marmota.
- La película está considerada por "Premiére" como una de las 50 mejores comedias de todos los tiempos y, según la American Film Institute, es la sexta mejor película fantástica de la historia.
- Chevy Chase, Tom Hanks, Steve Martin y John Travolta fueron algunos de los actores tanteados para el papel de Phil Connors, pero Harold Ramis eligió a Bill Murray porque tenía una apariencia más "borde" que estos otros.
- Curiosamente, la larga amistad entre Ramis y Murray se rompió en esta película por desavenencias en cuanto al personaje. Al parecer, el director quería un tono más cómico y el actor, más filosófico.
- La canción que suena con el despertador, "I got you, babe", de Sonny&Cher, estaba en la mente del guionista desde el principio.